viernes, 26 de febrero de 2010

YA SOLAMENTE ESCRIBO CARTAS DE AMOR (I)

Esta historia me la narró el Director General de una empresa de tamaño medio – grande, (pero líder en su sector) que con los 50 años cumplidos quería reajustar sus tiempos libres. Echaba de
menos tener tiempo para leer, escribir, pensar o simplemente para no hacer nada. Nuestro personaje puede ser el Presidente de una organización, el Director General de una
empresa o un alto ejecutivo. Puede ser también un político, un profesional independiente. Cualquier persona que ocupa una posición profesional de relevancia o incluso que haya pasado por varias de las situaciones descritas en sus últimos años.
En otro tiempo, años atrás, de niño era aficionado a tomar lápiz y papel, y a relatar con buen
sentido alguna de sus emociones. En la universidad destacó por sus actitudes emprendedoras: teatro, periódico de la facultad, fiestas de compañeros. Luego el inevitable master, y a luchar por el primer empleo, que no le resultó difícil obtener gracias a la facilidad que tenía para
comunicarse con los demás, tanto de manera directa como por escrito. Entró en el gabinete de estudios de una importante entidad financiera y pronto fue conocido por
la profundidad y coherencia de sus “informes sectoriales”.

- y además estaban muy bien escritos, se leían perfectamente. Esa era la impresión generalizada entre los compañeros.

- Rápidamente se hizo un hueco en el banco; sin duda su buena pluma le ayudó, solía comentar.
Efectivamente, en poco tiempo se encontró elaborando informes para el Presidente y luego redactando notas para los discursos del “jefe” y, finalmente, haciendo el texto completo de sus
intervenciones. Le llenaba de orgullo profesional oír en boca del Presidente los conceptos y palabras que él había desarrollado.
Sin embargo, su carrera profesional evolucionó hacia puestos de gestión, del banco pasó a una empresa participada, de ahí a otra de la competencia; luego a otra de mayor volumen de
negocio. En cada cambio adquiría mayor nivel de responsabilidad: típico ejecutivo de alto potencial.
En todos sus puestos seguía preocupándose por cuidar sus ventajas competitivas, por escribir con esmero. Así, indudablemente se distinguía del colectivo de sus pares y sobresalía con su impronta
personal. Con gran frecuencia seguía escribiendo para sus Presidentes y, en ocasiones, lo hacía para algún político amigo que le pedía ese favor.
Su potencial de alto ejecutivo explosionó cuando fue nombrado Director General de la compañía. Sus roles cambiaron profundamente y tuvo que dedicar veinticinco horas diarias a sacar adelante la empresa. Lo hizo con enorme acierto; gestionó el negocio, gestionó el equipo,
mejoró los procesos, incrementó en un mucho por ciento las ventas. En definitiva: tuvo éxito. En contrapartida, le costó renunciar a su vida personal, que nunca consolidó. Triunfo profesional
compartido sólo en el ámbito profesional. Pasó del éxito a la cima cuando fue nombrado Director General de la empresa líder del sector. Se encontró en su mejor momento, en la mejor empresa, en el mejor despacho y con un nuevo
equipo de colaboradores dispuestos a hacer todo lo que él les ordenaba. Si antes estaba ocupadísimo, ahora su tiempo no era, ni de lejos, suficiente. A las muchas y
complicadas responsabilidades, se sumaban las intervenciones públicas: una junta, un consejo, una conferencia, una intervención en un seminario, una entrevista, y más y más.
Tuvo que buscar en su equipo a una joven promesa que tuviera buen criterio y mejor pluma. Alguien que escribiera bien y que supiera transmitir conceptos y sentimientos.
Un día, se dio cuenta de que ya no hacia lo que profesionalmente más le había gustado y más fácilmente hacía: escribir. Se dio cuenta de que había cerrado el círculo y que otros hacían para él, lo mismo que él había hecho anteriormente para sus jefes.


Es lógico que nuestro personaje esté ahora, ya en su edad madura, replanteándose todas estas
cuestiones. Su trabajo, sus circunstancias personales y también su personalidad han dejado fuera el buen sentido para equilibrar vida personal y laboral. Quizá cuando se ha dado cuenta es algo tarde y no puede echar marcha atrás. Le sobrevienen las añoranzas:


- Ya solamente escribo cartas de amor – le comentaba a los amigos -. Me paso el día en el mundo de la estrategia, la planificación. La gestión de lo importante y las relaciones de
alto nivel. No me queda tiempo para mí, ni para leer, ni para escribir. De verdad os lo digo: ya solamente escribo cartas de amor.
De esta historia podemos extraer muchas moralejas. He seleccionado algunas para desarrollarlas en el próximo número del canal eurotalent. Estas conclusiones elegidas son:
Primera: no dejes de hacer lo que mejor haces aunque cambien las circunstancias.
Segunda: delegar es imprescindible pero recuerda que hay cosas que no se pueden delegar.
Tercera: si en algo eres realmente bueno: crea escuela. Cuarta: acepta el cambio de rol pero no pierdas tu esencia.
Quinta: repasa todos las cosas antes de considerarlas definitivas.

Echaba de menos tener tiempo para leer, escribir, pensar o simplemente para no hacer nada.
Fernando Bayón, director de eurotalent

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