jueves, 25 de febrero de 2010

JUGANDO A LA RENTABILIDAD

Aceptando el mercado como inexorable tribunal de la empresa, y dado que se trata de ganar dinero, extraigamos de la lógica ganar-perder del deporte alguna enseñanza. ¿En qué
condiciones los deportistas de elite desarrollan sus máximas prestaciones? Obvio es que los Armstrong, Jordan, Zidane, Woods, Sampras… tienen sobrado talento. A ese don únase una
disciplina de trabajo encomiable, los verdaderos cracks son unos currantes. El tandem talento-voluntad, en términos de rentabilidad, es pura dinamita, pero para que acabe
de explotar se necesita un plus de pasión y relajación. En esa región de armonía y diversión vive la excelencia añorada.
Los momentos estelares de los grandes deportistas hablan de una energía desbordante, de una mentalidad de abundancia, de un misterioso equilibrio interno, de una creatividad infantil y juguetona que saborea el momento, de una confianza desinhibida, de un descaro lindando con
la osadía, de un placer que completa y transciende los rigores del sentido del deber.


En definitiva, se trata de una zona vital inexplorada e incierta donde el tiempo se detiene, el espacio se ensancha, la cabeza se aquieta y abandona su incesante martilleo interior, y fluye pujante y vigoroso todo el genio cultivado en maratonianas sesiones de entrenamiento.
En clave empresarial, me sobran normas, organigramas, reuniones y políticas clonadas en serie, y
echo de menos la libertad, la confianza, el sentido del humor, el optimismo y la ilusión que el talento necesita para descorchar todo su potencial. En ello no sólo nos va la felicidad y plenitud del manoseado capital humano, nos estamos jugando la cuenta de resultados. La categoría
intrínseca de lo lúdico, per se, es rentable. Sin embargo, si se busca ansiosamente para rentabilizarla –algún directivo pudiera estar tentado
de ordenar divertirse por decreto ley– se escurre sigilosa sin dejar rastro. Moraleja: Trabaje, estudie, persevere…para luego reírse, disfrutar y aprender el juego de la vida. Le espera una feliz paradoja: cuanto más se entretenga trabajando, más rentable será su esfuerzo.

La categoría intrínseca de lo lúdico, per se, es rentable.

Santiago Álvarez de Mon, profesor del IESE. Publicado en Expansión & Empleo el 26-27 de julio de 2003

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