jueves, 25 de febrero de 2010

DEL BOSQUE, BECKHAM Y EL CAMBIO DE CICLO

Imagínese que en un determinado sector, al día siguiente de presentarse los resultados anuales, el
mayor accionista de la empresa líder, a la cabeza del mercado, decide no renovar al principal ejecutivo y al director general de operaciones. Absurdo, ¿no? Y sin embargo, es lo que ha
ocurrido en el deporte rey: el Real Madrid, 24 horas después de ganar la liga, comunica que su entrenador (con dos Copas de Europa en tres años) y su capitán no seguirán en el equipo. La explicación “oficial” es que estamos ante un cambio de ciclo.
Charles Handy, tal vez el más grande de los gurús europeos de la dirección empresarial, nos ha enseñado que el aprendizaje no es lineal: empieza lentamente, crece exponencialmente,
alcanza un punto de inflexión y genera rendimientos decrecientes que se acercan a cero. El crecimiento de los seres vivos describe una curva sigmoide que, si nos dejamos llevar, acaba en derrota. Hemos de ser lo suficientemente astutos como para tomar una segunda curva antes de
que sea demasiado tarde. Bien, tal vez el equipo de fútbol con mayor presupuesto del mundo necesite cambiar antes de ir
cuesta abajo (el General MacArthur decía que “todo el fracaso de la humanidad se resume en dos palabras: “demasiado tarde”) pero, ¿cómo podemos saber que es ahora el momento y no renovar a Del Bosque, por ejemplo, por un año más. ¿No es mejor “lo malo conocido...”?
En el mundo empresarial contamos desde mediados de los 90 con un instrumento de enorme utilidad para resolver este enigma: el “Cuadro de Mando Integral” o Balanced Scorecard. A través
de esta herramienta de gestión sabemos que el predictor directo de los resultados de negocio es la perspectiva del cliente (su percepción) y que la causa de ésta es la perspectiva de
organización y procesos; finalmente, la causa primera es la perspectiva de personas, el talento individual y colectivo. Apliquémosla pues al Real Madrid C.F. de junio de 2003.



La perspectiva de negocio ha estado asegurada, pero estos son
los efectos, no las causas.

Los “resultados de negocio” han sido magníficos: Campeón de liga, de la Intercontinental y de la Supercopa de Europa, Semifinalista de la Champions League y de la Copa del Rey. Tres títulos en las vitrinas y lo más lejos posible en las otras dos competiciones. La perspectiva de negocio ha
estado asegurada. Pero estos son los efectos, no las causas. Respecto a la perspectiva de cliente (lo que sienten los socios y aficionados del equipo, así como
los amantes del fútbol en general), si bien se ha llenado el Santiago Bernabeu en todos y cada uno de los partidos de liga, no podemos decir que los “clientes” estén especialmente satisfechos. En honor a la verdad, el equipo tuvo que jugarse el campeonato liguero en el último partido
contra un rival cuyo presupuesto es la quinta parte del suyo, que en temporadas anteriores luchaba por librarse del descenso y que cometió un traspiés en la penúltima jornada. El Real Madrid no pudo jugar la final de la Liga de Campeones por un pésimo partido contra un equipo
claramente inferior. Y fue humillado en la Copa por un competidor que se lo tomó más en serio (y que le volvió a ridiculizar en el tramo final de la Liga). El “equipo de las estrellas” no puede tener demasiado satisfecha a su parroquia, que hubiera querido mejor espectáculo y mayor facilidad en las victorias, dada su superioridad técnica.
Si analizamos la perspectiva de procesos, el equipo ha llegado al tramo final de las competiciones cansado, sin ideas, tirando por la borda la temporada europea y sufriendo lo indecible por conquistar el título español. Han brillado las individualidades (los goles de Ronaldo, los
lanzamientos de Roberto Carlos, los pases de Zidane, el pundonor de Raúl, las paradas de Casillas), pero no ha habido sensación de equipo. La defensa ha sido un coladero y el entrenador no ha acertado con la media. En conclusión: los resultados han sido en general mejores de lo que
el juego de conjunto podría hacer suponer. Por último, la perspectiva de personas ha sido bastante lamentable: el clima es tan malo que tras
ganar el campeonato los jugadores no lo celebraron como debieran (la alegría de los subcampeones era todo un contraste), en el vestuario ha habido conflictos con el Director General Deportivo, algunos jugadores no asistieron a las visitas a las instituciones... El talento
individual de las figuras del Real Madrid es incontestable; su talento organizativo no llega ni al diez por ciento del total.
El liderazgo (o la falta de él) del entrenador es el causante de este planteamiento integral. El exceso de “laissez faire” de Del Bosque ha provocado, paradójicamente, este clima de relajación e insatisfacción. Por supuesto que una plantilla madura, de ganadores, no puede llevarse
exclusivamente desde el “ordeno y mando”, pero el extremo opuesto es igualmente pernicioso. La sustitución del entrenador antes de que fuera demasiado tarde, antes de que un equipo
previsible, a medio gas, no conquistara ninguno de los títulos que se marca como objetivo. La no renovación del capitán está en la misma línea. Nadie duda del compromiso de Hierro con
sus colores, pero tampoco que ya no estaba en forma y que la respuesta a sus errores (muy frecuentes en esta temporada) ha sido la complacencia cuando no la arrogancia, en lugar de la humildad y la voluntad de mejorar.



El nuevo entrenador tendrá que ser más versátil.
La teoría del “fin de ciclo” tiene sentido, pues, en el deporte de alta competición y en la empresa
que actúa en el mercado. Aunque los resultados de negocio acompañen, si las perspectivas de clientes, de procesos y de personas van a la baja, hay que cambiar para retomar un segunda curva de crecimiento.
Cosa distinta es que una decisión acertada ha de comunicarse también acertadamente. Que un entrenador con 35 años de servicio a un club y un capitán sometido durante 14 años a la
disciplina del momento, que han dado gloriosas tardes al conjunto merengue, se enteren de su no renovación por una llamada telefónica no es de recibo. Que se hubiera afirmado con
anterioridad que iban a continuar, que tengan que despedirse de la plantilla en un pasillo es un error de comunicación lamentable. Todos los profesionales se merecen el mayor respeto desde su incorporación (así ha sido con Beckham, un fenómeno mediático) hasta su desvinculación.
Prefiero pensar que esta mala manera de decir adiós a personas valiosas para la institución, toda una falta de cortesía, ha sido fruto de la precipitación y la improvisación y no un golpe de efecto para demostrar “quién manda aquí”, porque habría sido peor el defecto que la enfermedad.
El nuevo entrenador del equipo a buen seguro vendrá con ganas renovadas. Y tendrá que ser más versátil que su antecesor: desarrollar la cantera (el Madrid mueve poco el banquillo),
fomentar la cohesión y las iniciativas del equipo, representar mejor al club (por ejemplo, en las ruedas de prensa) y, cuando sea necesario, mandar y gestionar dando ejemplo, que también son actividades necesarias del líder en su justa medida. Y el nuevo capitán ha de servir a los intereses del club y a los de sus compañeros por encima de los suyos propios. Ha de servir al brazalete y no servirse de él.
Tanto talento individual (una capacidad demostrada) ha de dar lo mejor de sí mismo a través de un mayor compromiso: así se libera el talento organizativo. El liderazgo, el clima, la cultura y los valores, el diseño organizativo, la compensación retributiva y emocional, los sistemas de dirección
han de contribuir a conseguir que un grupo de “cracks” se convierta en uno de los mejores equipos de la historia.

José Antonio Sáinz, socio-director de eurotalent.

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