viernes, 26 de febrero de 2010

SOBRE LA BUENA Y LA MALA SUERTE

“The cooler” (“el perdedor” o “el gafe”) es un drama romántico que dejó muy buen sabor de boca en la última Seminci de Valladolid y que acaba de llegar al alquiler y venta en vídeo y DVD.
El director y guionista sudafricano Wayne Kramer nos cuenta una historia tan simple como original: Bernie Lootz (interpretado por un excelente William H. Macy) es un tipo melancólico que se gana la vida como gafe profesional en un casino clásico de Las Vegas, el Shangri-La, no tan
espectacular como el Belagio, el MGM Grand o el Caesars. Cuando un jugador está en racha, le “enfría” tocándole el hombro o la mesa en la que juega. Le quedan cinco días para “jubilarse” voluntariamente, porque ha llegado a odiar una ciudad que no distingue el día de la noche y en
la que todos se aprovechan unos de otros. Bernie trabaja para Shelly Kaplow (Alec Baldwin, en uno de los mejores papeles de su carrera), un mafioso violento que detesta que los casinos se
estén convirtiendo en un Disneylandia para turistas de medio pelo y a quien su jefe desea cambiar. De pronto, Benie inicia una relación con Natalie (Maria Bello), camarera del Shangri-La que llegó a Las Vegas con la esperanza de ser bailarina y ha terminado resignada a su triste
suerte. Esta película se plantea varios de los temas en los que inciden los profesores de ESADE Alex Rovira
y Fernando Trías de Bes en su best-seller “La buena suerte”. Estos autores distinguen la suerte, entendida como puro azar, de la “buena suerte”, la consecución de los objetivos deseados a través del conocimiento de uno mismo, de la determinación, de la generosidad y de la atención a
los pequeños detalles. Rovira y Trías de Bes recogen, respecto a la suerte, citas de Churchill (“Un optimista ve la oportunidad en toda calamidad. Un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”) o de Bernard Shaw (“Triunfa quien se levanta y busca las circunstancias. Si no las
encuentra, las crea”). Ellos mismos, que consideran que “La buena suerte” no es literatura, sino una sencilla fábula de menos de 10 euros para leer en menos de una hora, han tenido la “buena suerte” de contar con un gran equipo editorial: Maru de Montserrat abriendo los mercados
internacionales, Carmen García Trevijano difundiendo la obra apasionadamente en los medios de comunicación y tantos otros.
Alex y Fernando escriben en su libro que “muchos son los que quieren tener buena suerte, pero pocos los que se deciden ir por ella”, como demuestra el hecho de que cada español haga 1.200 apuestas al año y sólo uno de cada 400 se convierta en nuevo empresario.
Coger el toro por los cuernos y controlar su propio destino es lo que finalmente hace Bernie, el
protagonista de “The cooler”. Ha fracasado en su matrimonio, ha sido lisiado por su amigo y jefe, engañado por su hijo, pero desea darse una auténtica oportunidad con Natalie. Entonces tal vez su suerte cambie.


Triunfa quien se levanta y busca las circunstancias. Si no las encuentra, las crea.
La cinta incide además en tres aspectos que complementan el texto de “La buena suerte”. El
primero, que no conviene tratar con poderosos sin escrúpulos, porque ellos sí saben aquello de Napoleón: “¿Circunstancias? Yo creo las circunstancias”... y no se detienen ante nada ni ante nadie para salirse con la suya, con la latente complicidad de los indiferentes. “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa” (Albert Einstein). El segundo, que existe un ciclo de vida (representado en la cinta por Paul Sorvino como el viejo cantante del casino) por el que los “jóvenes leones” desplazan a sus antecesores en
el liderazgo de la manada, y en ese sentido (como enseñaba Wayne Dyer en “Tus zonas erróneas”) la naturaleza no entiende de justicia ni de compasión. Y el tercero, tal vez el más importante, la verdadera naturaleza del amor, la fuerza “que hace mover el sol y las estrellas”,
como escribía Dante. El amor de pareja, de la familia, el amor de los amigos y de los auténticos compañeros de fatigas, de quien cree más en uno que uno mismo, de quien extrae la mejor naturaleza de aquellos a los que quiere, de quien halaga y reprende sin más interés que la mejora
del otro. Ese amor, tantas veces alejado de los negocios, es el que hace posible que se instale en las personas la auténtica buena suerte.
Juan Carlos Cubeiro, director de eurotalent

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