jueves, 25 de febrero de 2010

NO BAJE LA GUARDIA EN 2004

En enero de 2003, el panorama mundial era muy incierto, con una guerra de Irak en el horizonte, unos mercados de capitales en continuo descenso y las economías, a nivel Europeo, en franca recesión (especialmente Alemania, la tradicional locomotora de la economía europea, y Francia)
y no conocíamos aún hechos tales como el SARS, o Parmalat... es decir, una gran incertidumbre en muchos aspectos económicos y empresariales.
Estamos iniciando el año 2004 y parece que el entorno presenta un panorama más atractivo. Las economías europeas parecen haber iniciado una recuperación, las bolsas a nivel mundial y en
España han mejorado notablemente, el consumo se mantiene, los resultados de las empresas son favorables (+13% en USA y +16% en Europa) y los mercados ofrecen oportunidades de desarrollo.
¿Quiere esto decir que podemos relajar nuestras prácticas de “management”, de cara al año 2004? Nuestra opinión es claramente que no. Hemos analizado los principales retos de la empresa para
el año que empieza y nos parece que puede haber, al menos, tres prioridades claras para el “management” en al año 2004. Estas prioridades son: competitividad, atención a las instituciones accionistas y personas de la empresa y todavía, seguir aceptando la incertidumbre.
La competencia es cada vez más dura, cada vez hay más competidores y cada vez hay competidores más agresivos, más rápidos y más baratos. Esta mayor competencia da más poder
a los clientes y hace que sus exigencias aumenten constantemente. Si no somos capaces de suministrarles lo que buscan y al mejor precio, siempre tendrán una alternativa a la que acudir. Por ello, es necesario ser más competitivos de una manera sistemática, es una carrera que no termina
nunca. La competitividad depende, fundamentalmente de dos cosas, la productividad y la satisfacción
de las necesidades del cliente. Dicho de otro modo, las empresas están “condenadas” a mejorar continuamente su productividad y a detectar, correctamente, las necesidades de sus clientes en cada momento, para poder satisfacerlas en su totalidad. Sólo de esta manera podrán sobresalir
en el mercado.
Pero no solamente el poder de los clientes está aumentando. También las instituciones y los inversores están aumentando hoy su poder. Nuevas reglamentaciones, que afectan a las empresas, entran en vigor, las prácticas de buen gobierno corporativo y la transparencia tienen
cada vez más importancia y los buenos resultados y los objetivos estratégicos de las empresas, son una absoluta prioridad para los inversores.
Además, las personas en la empresa están cada vez más interesadas en la forma en que se les trata, en la compensación que reciben por el trabajo que desarrollan y por cómo puede evolucionar su futuro en la empresa, sobre todo después de los masivos planes de reestructuración
desarrollados a lo largo de estos últimos años en busca de la productividad, pensando, erróneamente, que ésta solo depende de la dimensión de las plantillas, y por los que, de una manera más o menos indiscriminada, muchos han visto truncada su carrera profesional cuando
aún podían rendir muchos y buenos servicios. En pocas palabras, existe una cierta crisis de confianza, entre todos estos colectivos, sobre lo que
las empresas pueden depararles. Y por si todo esto fuera poco, aún existen unas dosis de incertidumbre debidas, entre otras cosas, a la situación actual del dólar, al gran déficit de la economía americana y a otros aspectos que pueden afectar a la economía mundial, entre otros el terrorismo internacional que, ojalá no sea
cierto, amenaza sistemáticamente con otro 11 de septiembre.




¿Cómo sobrevivir en este entorno? Parece claro que las empresas necesitan ser más competitivas, satisfacer plenamente las
necesidades de sus clientes, generar confianza en el entorno y en su personal y manejar adecuadamente la incertidumbre.
Para ello nos parece imprescindible que las empresas, y en particular su equipo directivo, deben centrar su esfuerzo para conseguir:
1. El compromiso de las personas de la empresa, para satisfacer los intereses de sus clientes y de sus accionistas, creando valor para ambos.
2. Generar confianza en todo el equipo de la empresa y, al mismo tiempo, generar confianza en todo su entorno, incluidos clientes y accionistas. 3. Practicar el buen gobierno que apoye la generación de esa confianza, con transparencia
en la información al entorno, al mercado y a los accionistas. 4. Mejorar la productividad como medio para ser más competitivos. 5. Renovar y desarrollar el liderazgo necesario en la empresa para conseguir todo lo anterior
y además ser capaces de gestionar la incertidumbre. Todo ello supone una tarea importante, en la que el “management” debería aplicarse,
empezando por analizar las fortalezas y las debilidades de la organización para conseguirlo. Una buena práctica para ello consiste en “escuchar” de cerca lo que opina el entorno, el
mercado, los inversores y, sobre todo, las personas de la empresa y actuar en consecuencia. Esto nos parece no sólo una prioridad para el 2004, sino para siempre.

Al menos, tres prioridades claras para el “management” en al año 2004. Estas prioridades son: competitividad, atención a las instituciones accionistas y personas de la empresa y todavía, seguir aceptando la incertidumbre.

Vicente Blanco, director de eurotalent. Publicado en Expansión & Empleo el 7 de febrero de 2004

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