lunes, 1 de marzo de 2010

VARIAS FORMAS DE AMOR

Cuentan que los esquimales no conocen la palabra nieve. Por el contrario, en inuit, su lengua nativa hay hasta quince términos que designan la nieve en las más diversas condiciones y éstos se convierten en verbos, sustantivos y adjetivos que permiten crear más de mil expresiones posibles para referirse a la nieve. Les va la supervivencia en ello. A nuestros antepasados los antiguos griegos les debía ocurrir algo similar con la palabra amor: hasta seis vocablos se empleaban para enmarcar este cóctel de emociones.

Ágape, Ludus, Eros, Pragma, Manía, Storge son formas arquetípicas de comportamiento amoroso. Ágape se refiere al amor incondicional y reflexivo, en el que el ser humano tiene en cuenta sólo la felicidad del ser amado (para Platón podía ser el amor universal, por ejemplo, a la verdad). Eros es el amor ligado al deseo, a la lujuria, a la atracción sexual. El amor pragmático es el que cuenta con unas expectativas que espera tener satisfechas. Ludus es el amor como juego, evitando el compromiso. Manía es el amor entendido de forma posesiva, intensa ("no es amor, lo que tú sientes... se llama obsesión"). Storge es una forma evolucionada de amistad. El ser humano considera esencial que en el otro haya coincidencia de gustos, que se compartan intereses.

Teresa de Calcuta, esa formidable mujer cuya biografía podemos admirar estos días en la gran pantalla, se refería al liderazgo como "amor en acción". Ese amor que hace falta a nuestro alrededor, en nuestras compañías tanto como en nuestros entornos familiares y de amigos.
, la generosidad (con los
En el mundo empresarial hoy se busca no tanto el amor erótico (por mucho que el último Informe Hite proclame que el 62 por ciento de las mujeres y el 71 por ciento de los hombres ha tenido alguna aventura con compañeros de trabajo) ni el pragmático (la compensación cortoplacista e inmadura), ni el estrictamente lúdico (aunque divertirse sea esencial para liberar el talento que todos poseemos en alguna medida) ni el maníaco-obsesivo por un proyecto. El amor que define la forma de actuar de las mejores organizaciones es el reflexivo, que busca la felicidad de quienes la integran y la integración a través de la confianza (comprobar que el resto de los profesionales practica lo que predica) y el compromiso (la involucración en el proyecto, poner toda la carne en el asador).

El amor que define la forma de actuar de las mejores organizaciones es el reflexivo, que busca la felicidad de quienes la integran.
Llevándonos esta confusión –y profusión– de términos ligados al amor por caminos que no imaginamos en la gestión empresarial, podemos estar de acuerdo con José Antonio Marina en que "el amor, por supuesto, no existe". Nuestro querido filósofo se explica: "Existe una nutrida serie de sentimientos a los que etiquetamos con la palabra amor, que está a punto de convertirse en un equívoco. Esta confusión léxica nos hace pasar muchos malos tragos, porque tomamos decisiones de vital importancia para nuestra vida mediante un procedimiento rocambolesco". De hecho, hay lenguajes en los que la palabra amor no existe, ¿es el empresarial uno de ellos? ¿Es el amor la pieza ausente, innecesaria en el rigor y la frialdad de los resultados financieros o tal vez la clave de bóveda de la excelencia empresarial, del desarrollo del talento, de la tolerancia organizativa? Erich Fromm nos enseñó que el amor es decisión y elección, es una acción voluntaria que se emprende y se aprende, no una esclavizadora pasión (ahora que la pasión está tan de moda: pasión por las personas, por la excelencia, por las rebajas). El amor es un arte que implica cuidado, responsabilidad, respeto a los demás, para alcanzar la felicidad. ¿Hay algo más importante?
Juan Carlos Cubeiro, director de Eurotalent
Publicado en Expansión & Empleo el 11 y 12 de febrero de 2006

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