viernes, 5 de marzo de 2010

LA MAFIA, UN TIPO DE EMPRESA

Agallas es la ópera prima de Samuel Martín y Andrés Luque, dos realizadores de TVE, con guión de Javier Echaniz y Javier Gil Bengoa. Rodada en Galicia, trata de la relación entre un delincuente de poca monta, Sebas (Hugo Silva) y su jefe, Regueira (Carmelo Gómez), un capo del narcotráfico que conduce un Jaguar descapotable y tiene como tapadera una empresa conservera.
El guión es ingenioso, no sólo por los sucesivos giros sino por frases como la que Regueira le dice a Sebas: “La verdad, agallas no te faltan. Las agallas están bien; muy bien. Pero a la larga lo que cuentan son las escamas, ¿entiendes?”, “La diferencia entre un listo y un listillo, es que el listillo piensa y hace. El listo piensa, piensa otra vez, piensa un poquito más y después hace” o “Nosotros somos de los que hacen lo que hay que hacer. Hay otros que no hacen lo que hay que hacer”.
La relación entre ambos no es precisamente la de maestro y discípulo, porque la confianza brilla por su ausencia. El capo Regueira no se fía del novato (ni de nadie, en realidad) ni Sebas admira especialmente lo que ha logrado su jefe. Y ya se sabe, si falta la confianza, que es la argamasa social, las puñaladas traperas llegarán antes o después (más bien antes). Sorprende en la película que prácticamente todo el reparto está formado por “malos”, gente codiciosa, que va a lo suyo, que no colabora, que te la va a jugar en cuanto te descuides.
Es de agradecer en la película, además de la excelente interpretación, la calidad del guión, el ritmo y la fotografía, que la historia sea de aquí. Hemos visto mafiosos elegantes desde El padrino a Uno de los nuestros, mafiosos cutres como en Gomorra, la mitificación de un mafioso como Dillinger (Johnny Depp) en Enemigos públicos, pero (hasta ahora) no al capo mafioso gallego con camisa de cuadros y mirada permanente de desconfianza, que saluda “cariñosamente” a sus vecinos.
¿Por qué el cine negro nos fascina tanto? Tal vez, porque no está tan lejos como nos imaginamos. En su libro Te haré una oferta que no podrás rechazar, Michael Franzese, hijo de un capo y él mismo uno de los mafiosos que más dinero hizo ganar a “La Cosa Nostra” desde Al Capone, nos cuenta, tras haber dejado “el negocio”, que la mafia representa el 1’1% del PIB de EEUU y que tiene muchas semejanzas con otros “sectores” económicos. En sus palabras: “no me cabe la menor duda de que muchos de los ejecutivos de la Mafia que tuvieron éxito en los negocios del crimen organizado habrían tenido el mismo éxito en las salas de juntas y en los despachos de las empresas de Estados Unidos”. Una declaración que pone los pelos de punta. "las personas y las organizaciones que aplican el maquiavelismo son, lógicamente, mafiosas. (…) Taylorismo igual a maquiavelismo (el dinero importa más que las personas)."
Franzese va más allá. Nos enseña que el estilo mafioso de hacer negocios está inspirado en Nicolás Maquiavelo: “ El Príncipe es para la Mafia lo que la Biblia para los cristianos”. Siguiendo al florentino, “la política no tiene ninguna relación con la moral”, “el fin justifica los medios”. En consecuencia, las personas y las organizaciones que aplican el maquiavelismo son, lógicamente, mafiosas. Dice Franzese que “Henry Ford aplicó la estrategia de Maquiavelo en los años en los que convirtió su empresa en uno de los gigantes empresariales de los Estados Unidos”. Taylorismo igual a maquiavelismo (el dinero importa más que las personas). Es más, Franzese nos recuerda que “el señor Ford era un antisemita declarado, ávido admirador de la Alemania nazi. Adolf Hitler siempre tenía un retrato natural de Ford cerca de su mesa de despacho. “Considero a Henry Ford mi fuente de inspiración”, declaró Hitler a un periodista del Detroit News dos años antes de convertirse en canciller alemán en 1933. Posteriormente, Ford recibiría la Gran Cruz del Águila Alemana, la máxima condecoración otorgada por la Alemania nazi a ciudadanos extranjeros.” Entonces, ¿la guerra que comenzó hace 70 años la ganó, económicamente, el taylorismo?
Mientras rodaban Agallas, al reparto les enseñaban las casas de los capos: todos sabían quiénes eran y su poder para infundir miedo.
Juan Carlos Cubeiro, Presidente de Eurotalent.

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