viernes, 5 de marzo de 2010

EL APRENDIZ DE “YUPPIE”

"Aspirantes a trabajar en el mundo de la empresa protagonizan un programa con Luís Bassat de anfitrión ¿Qué se puede aprender de gestión viendo este reality?"
Son ocho hombres y ocho mujeres vestidos de ejecutivos agresivos dispuestos a pisar cabezas para lograr el trabajo que les han prometido. Los concursantes de El aprendiz
no aspiran a ser modelos ni cantantes como los de otros realities televisivos, quieren un puesto de trabajo y, de paso, hacerse ricos.
La Sexta ha traído a España el programa que en EEUU tiene al multimillonario Donald Trump como maestro de ceremonias. Pero a falta de un Emilio Botín o un Florentino Pérez como representante del empresario español tenemos al publicista catalán Luís Bassat. Él es el encargado de despedir un candidato a la semana hasta dar con el ganador del trabajo en Bassat Ogilvy como “con un sueldo de seis cifras”.
¿Pero qué se puede aprender de El aprendiz? Por lo visto en el primer programa (que tuvo una audiencia de casi un millón de personas, con una cuota de pantalla del 5,3% por debajo de la media de la cadena), lo que no se debe hacer. A pesar de sus numerosos másters, los concursantes pincharon en la primera prueba: vender aceitunas en un mercadillo de Madrid. “en vez de intentar aplicar el método del caso a la venta ambulante, les hubiera venido bien más sentido común”, opina Juan Carlos Cubeiro, director de la consultora Eurotalent. “Se equivocaron al fijar los precios, no sabían diferenciar un tipo de aceitunas de otras… Parece que quieren demostrar que la gente con un máster no sabe desenvolverse en la vida real. Desde luego, esto sirve para confirmar que, además de la formación teórica, es fundamental que los candidatos a un puesto tengan experiencia práctica”. El propio Bassat hizo referencia a la importancia que él da en los miles de currículos que ha visto en su vida a la experiencia en trabajos a pie de calle, ya sea en restaurantes o grandes almacenes.
“también dejan mucho que desear la gestión de personas y el trabajo en equipo que se ha visto”, dice Euprepio Padula, presidente de la firma de cazatalentos Padula & Partners.
Precisamente esa falta de organización reinante y tanto error de primerizo son lo que para el coach Javier Martín, socio de A-Persona, dan realismo al programa: “Falta liderazgo, falta planificación, pierden el objetivo primordial y reina la confusión, todo muy al uso”, afirma.Los concursantes fallaron en la práctica, pero también en su tono, desfasado para la vida real, si bien tal vez válido para un reality. Dicen cosas como: “Si alguien se interpone lo aplastaré como a una uva” y “aquí dentro vamos a ser todos enemigos”. Todos quieren dejar clara su falta de escrúpulos. ¿Es ese aprendiz que buscan las empresas? “Es un modelo trasnochado, muy de yuppies agresivos de los 80” apunta Cubeiro. “Las empresas ya no buscan tanto candidatos que antepongan triunfar a toda costa al sentido común, la humildad y el trabajo en equipo”.
La estética acompaña al culto a la ambición. Los aspirantes viven en una mansión con lujo estilo Beverly Hills y los planos aéreos de las Cuatro Torres de Madrid intentan trasladar al espectador a la Gran Manzana. Todo muy anglosajón. Sólo falta Melanie Griffith con hombreras desplegando sus Armas de mujer. Pero ni Bassat es Trump, ni Madrid tiene tantos rascacielos como Manhattan.

Marta García Aller Publicado en Actualidad Económica, el 2 de Octubre de 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario