miércoles, 3 de marzo de 2010

CÓMO ATRAER A LOS MÁS BRILLANTES

Lo peor que podemos hacer con el Talento (así, con mayúsculas) es mitificarlo y caer en prejuicios. Por ejemplo, pensar que las empresas privadas (pequeñas y grandes, familiares y multinacionales) están bien gestionadas, y que el sector público, por definición, es ineficiente (en la asignación de sus recursos) e ineficaz (en el cumplimiento de sus objetivos). Hace más de 20 años, trabajando para Honeywell Inc. en la sede central de Minneapolis, mi jefe directo el Dr. John Burns (VP de Recursos Humanos de la corporación) me mandó a Canadá para ver cómo funcionaba la administración. Y quedé maravillado. Creo que en el sector público hay mucha gente capaz y comprometida (las dos condiciones iniciales de la gestión del talento); sin embargo, no estoy tan convencido de que, hoy por hoy, el contexto (la tercera C de la ecuación del talento) ayude mucho. El debate no debe ser entre empresas privadas o instituciones públicas, sino entre organizaciones profesionalizadas y no profesionalizadas. En las primeras, el criterio (de selección, promoción, reconocimiento y recompensas, retribución) es el mérito: obtener resultados de la forma correcta. En las segundas, el mérito es sustituido por criterios menos éticos (la antigüedad, el nepotismo, hacer la pelota, filias y fobias, etc.). Lo peor es que los gestores “amateurs” ni siquiera son conscientes de que el mérito puede funcionar en las organizaciones. Basta con implantar seriamente la dirección por objetivos, la gestión del desempeño, la gestión por competencias, las promociones abiertas y transparentes y una política de retribución equitativa y competitiva. Por si esto fuera poco, en el comportamiento humano en las organizaciones las expectativas cobran especial relevancia (es el llamado “efecto Pigmalion”). Cree el jefe que sus subordinados son una especie de vagos y maleantes y así se comportarán; piensa y siente que sus colaboradores son gente valiosa, y responderán de ese modo. Por tanto, se trata de calidad directiva (de lo que no andamos muy sobrados, ni en el mundo público ni en el privado). Con líderes versátiles, honestos, de ideas claras y buen ejemplo, el talento aflora; con jefes de vieja escuela, o técnicos que realmente no lideran a los equipos bajo su responsabilidad, el talento se echa a perder. Necesitamos un sector público eficaz tanto como empresas privadas rentables y sostenibles, con vocación de supervivencia. Es el gran reto, sin duda, de nuestra productividad, nuestra competitividad y de nuestra economía.
Juan Carlos Cubeiro, director de eurotalent
Publicado en Capital, mayo, 2008

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