lunes, 1 de marzo de 2010

JUSTIFICAR LA VENGANZA

Steven Spielberg alcanza los 60 años de vida, tras vender su empresa, Dreamworks (la productora que creara con David Geffen y Jeffrey Katzenberg), a la Paramount y terminar en apenas 18 meses “La guerra de los mundos” y “Múnich”. Ésta última, que acaba de llegar a nuestras pantallas, trata de lo que ocurrió después de la masacre terrorista de las Olimpiadas de 1972, de la labor de cinco miembros del Mossad para asesinar a los autores intelectuales del secuestro de once atletas israelíes por parte del grupo terrorista Septiembre Negro. La película comenzó a rodarse en agosto, no ha tenido campaña de prensa y muy probablemente no alcanzará los 100 millones de dólares de recaudación (ha costado más de 70 millones). Sin embrago, se la considera una de sus películas “serias”, junto a títulos como “La lista de Schindler” o “Salvar al soldado Ryan”. Para Spielberg, su última obra es “una oración por la paz”. “Inspirada en hechos reales”, según se advierte en el comienzo, el guión de “Munich” está basado en el libro Vengeance (Venganza), de George Jonas (Budapest, 1935, aunque vive en Canadá desde 1956), cuya fuente fue un tal Yuval Aviv (Avner Kaufman –interpretado por Eric Bana- en el film). Criticada por todos los frentes, la película desea “plantear el problema moral de una nación que, para protegerse, deja de lado sus propios principios morales”. En la cinta, la entonces primera ministra de Israel Golda Meir da a entender que “toda civilización ha de hacer transacciones con sus valores”. Y por ello, aunque se niegue oficialmente, el estado crea un comando para vengar a los asesinados. Técnicamente impecable, la última película de Spielberg podría parecer peligrosa porque “plantee preguntas difíciles y dé respuestas demasiado fáciles”, como ha escrito The Washington Post, o porque muestre a miembros del servicio secreto con excesivos escrúpulos o porque trate de justificar a uno u otro bando... para algunos, lo que más puede doler es con qué facilidad plantea y justifica, precisamente, la venganza. La ley del Talión, el ojo por ojo, está en la base de buena parte de los comportamientos humanos. Quien la hace, la paga. Para muchos seres humanos hasta resulta natural. Y puede parecer justificado tras el horror de Munich del 5 de septiembre de 1972, del 11-S o de nuestro 11-M. Sin embargo, como dijo Mahatma Gandhi, “ojo por ojo y el mundo acabará ciego”. La venganza como forma de actuar en la política y en la empresa, puede parecer lo más fácil, lo más fuerte, lo más “razonable”. No obstante, lo que genera es una escalada de conflicto, un círculo vicioso, un futuro sin salida propio de D. Vito Corleone, El Padrino. Afortunadamente, en los inicios del siglo XXI no todas las lecciones son de venganza, como la que Spielberg presenta de forma tan cruda en “Munich”. Nelson Mandela demostró que a través del perdón y la reconciliación podría hacer un mejor servicio a su país que vengando las muertes de
En el mundo empresarial, la generosidad (con los rivales, con los clientes, con los profesionales) rinde mayores frutos que la venganza. cientos de miles de negros durante el apartheid. La Sudáfrica de hoy es un país mucho más ilusionante que la que hubiera surgido de la venganza. Acabamos de vivir la elección de la primera presidenta de Chile, Michelle Bachelet, una mujer cuyo padre fue asesinado por sus ideas políticas y que ella misma sufrió tortura y persecución. Tras ganar las elecciones, ha asegurado que no guarda rencores ni sentimientos de venganza. En el mundo empresarial, la generosidad (con los rivales, con los clientes, con los profesionales) rinde mayores frutos que la venganza. Un líder que no sabe perdonar, por mucho que cueste, pierde enteros en su labor de liderazgo. El sabio emperador Marco Aurelio nos enseñó que “el verdadero modo de vengarse de un enemigo es no asemejársele” (o, en palabras de Buda, “responde inteligentemente incluso al tratamiento no inteligente”). Los líderes eficaces tienen muy claro que la venganza es pasajera y la magnanimidad permanente. Y que, como escribió Séneca, “la venganza es contraria a la humanidad, por más que parezca conforme a la justicia; la venganza no difiere del ultraje sino por el orden del tiempo. El que se venga no tiene la ventaja sino de ser el segundo en obrar mal”. Comportarse rectamente y no a través del “ojo por ojo” es lo propio de un corazón inteligente. Juan Carlos Cubeiro, director de Eurotalent

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