lunes, 1 de marzo de 2010

SOBRE MIEDO Y EMOCIONES

En 1933, una sociedad sometida al miedo en plena gran depresión vio nacer el fenómeno cinematográfico de King Kong. En 1976, tras el primer shock petrolífero, Dino de Laurentis produjo una nueva versión del gran gorila, con una joven Jessica Lange de protagonista. En 2005, Peter Jackson, director de El señor de los anillos, se ha permitido el lujo de recrear el mito del primate, un sueño que se remonta a cuando el director neozelandés tenía nueve años. El resultado es una superproducción de más de tres horas, realizada durante nueve meses en su país, Nueva Zelanda, con un presupuesto de 207 millones de dólares y efectos especiales en 1.600 de los 2.300 planos de la película.

Todo ello al servicio de una historia que entretenga al público... en un momento de miedo globalizado, consecuencia del terrorismo de Al-Qaeda.

Primates y humanos

Son los primates quienes más se asemejan al ser humano en la gestión de emociones, puesto que sólo los mamíferos disfrutan y sufren sus circunstancias. De hecho, compartimos con los chimpancés el 99 por ciento del ADN y, según el primatólogo Jordi Serrallonga, del Parque Científico de Barcelona, ni el empleo de útiles, ni su fabricación, ni su conservación, ni su estandarización, ni su transporte, ni su aplicación cultural nos diferencian: "La conducta instrumental del chimpancé y de otros primates se trata, sin género de dudas, de una conducta cultural".

A pesar de la mala prensa que se les ha dado en el cine, los estudios de campo llevados a cabo por científicos demostraron que los gorilas son animales tímidos y pacíficos (sólo atacan para defenderse), además de vegetarianos, que tienen la capacidad de divertirse y que vivir en sociedad es imprescindible para su estabilidad emocional. Si esto es así ¿estaría King Kong deprimido? Tal vez, esto explicaría su relación con la señorita Darrow -interpretada por Naomi Watss- y que finalmente no muriera por "la belleza" como dice su cazador, sino por defender su necesidad social. Los primates comparten emociones y cierta inteligencia con nosotros, de modo que un mito, un enorme gorila de más de ocho metros habitando una isla desconocida junto a dinosaurios, bien podría servirnos para apaciguar nuestros miedos.

Peter Jackson buscaba rehacer la versión de los años 30, pero mucho más espectacular, dadas las posibilidades tecnológicas actuales. Sin embargo, el resultado es menos entretenido de lo esperado. Miles y miles de horas de trabajo que no logran su propósito final porque, para evadirse del miedo –lo que necesitaban los espectadores durante la gran depresión, el shock petrolífero y posiblemente ahora el terrorismo internacional- hay que mostrar emociones primarias, directas de un monstruo sólo vencido por algunas personas tan básicas como él.

Este rey Kong es Copito de nieve, pero en oscuro. Su relación con la rubia protagonista es menos "la bella y la bestia" que la de Esmeralda con "el jorobado de Notre Dame". Este King Kong es el sino de nuestros tiempos: mucha tecnología, menos talento para aprovecharla. Peter Jackson ha declarado: "Quiero recuperar mis neuronas. La imaginación es lo primero que se gasta". Mucho nos tememos que se le ha acabado antes de tiempo.

Marta Romo, gerente de Eurotalent
Expansión & Empleo el 14 de enero de 2006

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