lunes, 1 de marzo de 2010

LECCIONES APRESURADAS DE UN EQUIPO CAMPEÓN

Supongo que el gran éxito obtenido por el equipo español de baloncesto en el campeonato mundial celebrado en Japón, hará correr ríos de tinta y que plumas más brillantes que la mía se harán eco del citado éxito. No obstante, no sé si por llevar dentro el “gusanillo” de este deporte que practiqué en mis años de estudiante, cuando el mismo no gozaba de la popularidad actual, en un equipo madrileño de la entonces llamada división nacional y como un verdadero “amateur”, (baste el decir que para pagar nuestros partidos en Barcelona viajábamos el día antes y regresábamos el mismo día en “coche-cama”, como todo un lujo, y no recibíamos ni una sola peseta en concepto de compensación económica; lo nuestro era verdadera afición, pero eran otros tiempos), o por la enorme satisfacción que me ha producido este triunfo, no puedo resistirme, aunque sea apresuradamente, a la tentación de hacer unos comentarios sobre algunas lecciones que este equipo nos ha dado. Que a mi juicio, estas lecciones lo son, al menos, en tres ámbitos. Por supuesto, en el ámbito estrictamente deportivo, en el que generalmente nuestros éxitos más frecuentes han sido en los deportes individuales, salvo honrosas excepciones. Estas lecciones han sido ampliamente comentadas y escritas por lo que no me parece necesario insistir más en ellas. No tengo ninguna vocación de comentarista deportivo y, por tanto, sólo me gustaría decir que esperemos que otros equipos tomen buena nota de ellos. Me parece que también en el ámbito político y social, nos han dado alguna lección, pero como tampoco tengo ninguna vocación de comentarista político, solamente decir que en este país, y en los demás también, las cosas importantes se consiguen mejor sumando que dividiendo, aunque a todos los políticos les guste más esto último (ya desde la época del imperio romano se acuñó aquella frase de “divide et impera”). Por último, y aquí quisiera detenerme un poco más, en el ámbito del management me parece que podríamos comentar algunas lecciones que a mi me han impactado, porque son la confirmación práctica del éxito, cuando se aplican unos principios básicos.
Las cosas importantes se consiguen mejor sumando que dividiendo.
La primera lección es que en un equipo el liderazgo no es exclusivo de una sola persona. Efectivamente, es cierto que no hay equipo sin líder, ni líder sin equipo, pero también es muy cierto que para que un equipo funcione bien, es necesario que todos los componentes del mismo asuman unas cuotas de liderazgo cuando las circunstancias lo requieren. Desafortunadamente el líder indiscutible Pau Gasol se lesionó en la semifinal y no pudo jugar el partido decisivo para ser campeones (el ganar a Argentina era necesario pero no suficiente). A más de uno se nos “abrieron las carnes” cuando se confirmó la noticia, no podíamos empezar peor. Entonces el líder se sentó en el banquillo pero con muletas, sabia decisión, pero en la cancha estaban los Navarro, Gargajosa, Calderón, Jiménez, etc.…que asumieron cada uno la cuota de liderazgo, necesaria y suficiente, para llevar al equipo al triunfo final. La segunda es que en un equipo verdadero no debe de haber “castas”, es decir todos tienen que “jugar”; sabíamos, al principio, que había un equipo base, pero a lo largo del campeonato nos dimos cuenta de que todos jugaban y todos contribuían a las victorias del equipo. Es la primera vez que en un equipo nacional español de baloncesto, los cambios, que no las “rotaciones”, se han prodigado tanto para que todos participaran y contribuyeran, lo cual, entre otras cosas, genera confianza y compromiso, dos ingredientes esenciales para un equipo triunfador. Este es a mi juicio uno de los muchos méritos del entrenador, Pepu Hernández, que ejecutó magistralmente su función.
La tercera es la importancia de la disciplina en la ejecución de la estrategia. Pepu, que me parece que entendió el partido hasta la extenuación, diseñó, a mi juicio, la mejor estrategia para ganar, no sé si atreverme a decir que la única. Analizó muy bien al contrario en fortalezas (los de la NBA sobre todo) pero también sus debilidades y concluyó que había que realizar, por encima de todo, una defensa implacable e impecable, y el equipo la ejecutó con una disciplina total, hasta el punto de dejar a los griegos con un pobrísimo tanteo y conseguir una diferencia de puntos absolutamente inusual en una final en la que se supone que las fuerzas están equilibradas. Valga como ejemplo de ello la actuación de Marc Gasol, probablemente uno de los más inexpertos de todo el equipo y al que no sin críticas por parte de algunos de esos periodistas que, desgraciadamente, existen y escriben de todo sin saber de nada, que insinuaron que su presencia en la selección, era una imposición de su hermano mayor. Pepu le probó, creyó en él y le llevó a la selección en contra de viento y marea, hasta su equipo le había cedido, temporalmente, a su competidor. Cada vez que la torre humana griega Schortsianitis (2.06 m y 140 Kgs) salía a la cancha, al menos para intimidar bajo los aros, donde se ganan o se pierden muchos partidos, Pepu ponía en juego al “pequeño” de los Gasol y quien realmente intimidaba era él, hasta el punto de que el seleccionado griego, aburrido, retiraba a su torre. Es decir, la estrategia era buena, pero la disciplina del equipo para ejecutarla, era lo que conseguía el resultado. Sólo el 10% de las estrategias empresariales se ejecutan con éxito en la práctica, imagine querido lector el por qué.
La cuarta lección es la importancia de cuidar la comunicación en el equipo, en este caso la no comunicación. Lamentablemente, el padre del entrenador falleció el día antes de la final y éste decidió no comunicárselo a nadie, parece ser que solamente lo hizo a uno se sus colaboradores directos, pero a nadie más. En un momento decisivo para el equipo, cualquier noticia de este tipo puede, inevitablemente, producir cuando menos desconcentración y esto el entrenador sabía que había que evitarlo y por ello administró sabiamente la comunicación, lo que supone comunicar lo que es necesario y cuando es necesario, la decisión tuvo que ser dura para él, pero le engrandece más. La “sobrecomunicación” no es buena en un equipo y además si es oportuna hay que saber gestionarla.
La quinta lección es que el hecho de que en un momento determinado un miembro del equipo, o de la organización, tenga un “día malo” no significa que haya que apartarlo. Las personas, en las organizaciones, tenemos derecho al error siempre que este no sea sistemático. Por ejemplo, Juan Carlos Navarro, tal vez uno de los jugadores más importantes del equipo por su capacidad para anotar, asistir y galvanizar, no tuvo una actuación demasiado buena en el partido contra Argentina previo a la final. El entrenador sabía que esto no era lo habitual y lo mantuvo, sin ninguna duda, en el circo de la final, en el resultado que todos conocemos. Probablemente haya muchas más lecciones a extraer de la actuación de este magnífico equipo y de este, no menos magnífico, entrenador. A mi estas cinco, no son las que más me han gustado. Sería imperdonable terminar estas notas sin antes agradecer a todos los componentes del equipo de baloncesto de España y a la cabeza a su entrenador, las enormes alegrías y satisfacciones que nos han dado a lo largo de este campeonato del mundo y que esperemos se repitan en el próximo campeonato de Europa. Dicen que para que un equipo funcione bien tienen que darse al menos tres condiciones, que el equipo viva experiencias positivas en común, que el equipo tenga un enemigo (objetivo) común y que los miembros del equipo celebren juntos los éxitos. A fe mía que este equipo las cumple.
Vicente Blanco, director de Eurotalent

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