martes, 2 de marzo de 2010

INMA SHARA, DIRECTORA DE ORQUESTA

LA SUYA ES UNA CARRERA DE FONDO QUE EMPEZÓ HACE 31 AÑOS. HOY, INMA SHARA HA DIRIGIDO A TRES DE LAS MEJORES ORQUESTAS DEL MUNDO Y TRABAJA PARA NO PERDER EL DUENDE NI LA ILUSIÓN «La gente no sabe el sacrificio que representa la música», afirma Inma Shara (Amurrio, Álava, 1972) sin perder la sonrisa. Cinco años de solfeo, cuatro de Armonía, dos de Contrapunto y dos más de Composición son la antesala de los cinco años que dura la carrera de Dirección de Orquesta, «además de un montón de asignaturas de cultura general como Estética, Historia del Arte, Historia de la Música, piano, viola... Muchas cosas». Aquéllos que finalizan estos estudios - «muy poquitos: acabamos la carrera tres o cuatro»- han vivido entre partituras la mayor parte de su infancia y de su juventud. «Yo no he sido un genio ni nada parecido. Comencé en la música a los cuatro años, pero como cualquier niño. Al principio sólo juegas con ella, pero más tardes se fue haciendo mi compañera de viaje. Ya más mayor, lo racionalicé y decidí que era para mí una forma de vida. Siempre he pensado que la música no es una profesión, es el sueño de la vida».
Dar lo mejor
Necesito no pensar en la música para dirigir.
Inma Shara -entonces Sarachaga- no tenía antecedentes o referentes cercanos, pero en todo momento contó con el apoyo de su familia. «Me inculcaron unos valores que me han servido mucho como la responsabilidad, la capacidad de sacrificio o la constancia». En aquellos primeros pasos también fue decisivo el respaldo de un profesor a quien no olvida: «“Yo te veo unas capacidades extraordinarias” y a partir de ahí, todos mis esfuerzos se centraron en cumplir ese sueño». Estudió la carrera en Madrid, completando sus estudios con varias becas europeas. De aquellos inicios recuerda conmovida sus primeros contactos con orquestas. «Te emocionas, pero evidentemente, no es la realidad. Sabes que si paras la orquesta, no pasa nada: no hay público, no tienes ninguna responsabilidad. Pero el primer día, cuando te ves sola, en tu primer concierto, con tu primera orquesta, sientes una gran pasión, pero te abruma». Esta directora explica con enorme respeto la responsabilidad que supone estar frente a una orquesta, con público, contando una historia sin palabras, sólo con notas musicales. «Los cinco primeros minutos, tienes muchos miedos. Quieres dar lo mejor y como la mente se te quede en blanco... Ése es el mayor terror de los músicos». A ella nunca le ha pasado, pero su cara se transforma sólo con mencionarlo. «Cada acorde es un segundo. Ya está. Ya ha pasado. No te puedes parar a pensar. A mí me quitan la partitura y no me importa porque la tengo aquí [señala su sien]. Yo necesito no pensar en la música para dirigir, para sentir. Durante un tiempo ya he pensado en ella: la he analizado, estudiado e interiorizado. Desde ese momento la haces tuya. La parte racional desaparece y a partir de ahí, esa partitura es una prolongación de tus brazos. Lo que queda es el sentimiento». Inma Shara relata una carrera sembrada de esfuerzo físico y mental, de dolor, sacrificio, tesón y cansancio, pero también de diversión, energía, alegría y pasión. «Me emociono cuando estudio una partitura y no quiero perder ese duende que no sé muy bien de dónde viene». Hoy, Inma Shara ya ha cumplido algunas de sus metas. «Uno de mis grandes sueños era dirigir la Filarmónica de Israel en Tel Aviv y lo logré. También he tenido la suerte de dirigir la Royal Filarmónica de Londres. Sólo pido no perder la oportunidad de tener conciertos porque nosotros no tenemos contratos vitalicios. No busco un fin: yo sólo quiero disfrutar de este camino para llegar a un objetivo: que no me falte la música».
Hablando de trabajo
Ha tenido la fortuna de trabajar con algunos de los más grandes directores de orquesta del mundo y con ellos ha aprendido nobles lecciones. “Zubin Mehta se come la orquesta con una técnica absolutamente depurada. ¡Es maravilloso estar con él! Ha dirigido como titular a las mejores orquestas del mundo, no le queda nada por hacer, y sin embargo es una persona accesible, sencilla, comprometida socialmente hasta donde lo haya… ¡Es auténtico!”. De él he aprendido una gran lección: “Para él la vida, el compromiso social, prima por encima de cualquier circunstancia”.
El final del concierto
En los músicos que dirige busca “complicidad y entrega”. “A mi la superioridad y el divismo no me gustan nada. Éste es un trabajo en equipo absoluto, donde todos somos iguales aunque cada uno ejerce su papel”. El suyo, llevar la voz cantante. “El líder debe ser capaz de aunar las pequeñas individualidades; ser conciliador y aglutinador”. El final de cada concierto es un momento único para Inma Shara. «Cuando ha salido muy bien y todo el mundo se ha ido me encanta quedarme en el escenario cinco minutos y ver el silencio que te abruma en la noche. Al día siguiente te invade una gran tristeza existencial. Es cuando dices: “Y ahora, a volver a empezar”».
Inés Molina Publicado en Infoempleo, el 8 de julio de 2007

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