lunes, 1 de marzo de 2010

DIRECTIVOS DEL DESPACHO DE AL LADO

La cólera de Dios. Damián P.


Damián P. se sintió por enésima vez insatisfecho del trabajo de sus colaboradores y así se lo hizo
saber, traicionando de nuevo la promesa que tantas veces se había hecho de no permitirse perder el control y dejar que se desbordase su agresividad.
“Sois un desastre. No valéis para nada. En cuanto se os pide algo... os ahogáis. Mira que me
esfuerzo en deciros lo que quiero... Pongo todo el empeño en dejar claro cada punto para que no haya errores... Os lo doy mascado... Pues ni aun así... Chapuza tras chapuza y vuelta a empezar...,” vociferaba histérico en medio del silencio sepulcral que presidía la inmensa sala de
reuniones de la Corporación y en la que se encontraban reunidos los ocho Directores y Jefes de Área del equipo de Damián.
Los presentes avergonzados (tal vez más que con su propio miedo con el bochorno ajeno que les producía el tono de su jefe) mantenían la cabeza algo inclinada y la mirada perdida hacia un punto indeterminado. No era la primera vez que ocurría esto, ni, con toda seguridad, seria la
ultima visto que el problema claramente no tenía solución. Damián P. era así y así seguiría siendo mientras no le hicieran cambiar, lo cual resultaba bastante menos probable que la opción de marcharse uno mismo de la compañía o buscar el traslado a otra División... Ya lo habían hecho
tantos y parecía la única manera de escapar de aquel personaje que hicieras lo que hicieras te amargaba la existencia. Porque, en efecto, en esto residía la paradoja: nunca se podían satisfacer plenamente las instrucciones de Damián... Si procurabas atenerte fidedignamente a sus
directrices... MALO... le parecía insuficiente y poco creativo... Si te atrevías a aportar a las orientaciones algunas ideas e iniciativas propias... MALO... porque “no habías entendido nada de lo que te había pedido y te habías ido por los cerros de Úbeda”.
¿Solución? Procurar pasar desapercibido; hacer piña con los compañeros de fatigas y cuando te caiga una instrucción, asumir el marrón, procurar adaptarse al máximo a los deseos de Damián y
prepararte para el chaparrón llegado el momento. “Pobre tipo,” pensaban todos... “Por mas que tenga un puesto tan elevado en la organización... no es Dios, por mucho que el antipático infeliz
así se lo crea”. Curiosamente Damián P. veía las cosas de manera radicalmente distinta... Y así se lo contaba
quejicoso a su D.G., desoyendo los consejos y sugerencias que este, aunque hacia tiempo que había tirado la toalla, le seguía intentando transmitir.
“Esta gente”, decía desahogándose Damián, “me tienen harto... Ya no son como antes... Como
éramos nosotros... Les digas lo que les digas, hacen las cosas sin ganas... No son creativos... No aportan... Parecen máquinas... Mira que procuro darles todo claro y mascado para que les resulte
sencillo... Pues, ni por esas... Intentas apoyarles, enseñarles... darles ánimo... Es igual... Van a lo suyo... Y en el fondo la empresa, los objetivos, sus responsabilidad les importan bien poco... Y es que por más paciencia que me impongo... acabas harto y quemado... Y encima vienen esos de
formación y te dicen que más delegación y todas esas pamplinas... Pues es lo que faltaba”. Y a partir de aquí Damián se extendía exhaustivamente contando la de veces que los temas
tenían que ir y venir, y el esfuerzo improbó de supervisión y correcciones continuas que se veía obligado a efectuar, hasta conseguir que quedaran mínimamente correctos y en condiciones de ser puestos en marcha... El D.G. aguantaba resignado el relato, confiando pasaran rápido los 30 minutos de desahogo semanal que le tenia asignado... Hiciera lo que hiciera, estaba convencido de que nada cambiaria del estilo directivo de Damián P., por lo demás un profesional conocedor,
experto y abnegado.

Lo que nadie, salvo su coach, podían imaginar era el secreto que Damián le había confiado a
este hacia un par de reuniones, aunque todavía no se sintiese capaz de afrontarlo... “Tengo miedo de estas nuevas generaciones... cada vez tienen mejor formación... Tengo miedo de llegar a resultar prescindible... Tengo miedo de que puedan actuar sin recurrir a mi...”
“¿Cómo crees que podrías afrontar ese miedo? ¿Cómo imaginas serian tus relaciones con tus equipos si ya lo hubieras superado?”... Estas y otras preguntas constituían las únicas herramientas
de trabajo que ponían sobre la mesa el coach... Pero para Damián P. aun no había llagado el momento de tomar conciencia y responsabilidad
sobre su problema... En consecuencia, mañana volvería a intentar taparlo poniendo a caldo a los directivos de las Áreas 5 y 6.


Javier Sánchez, director de eurotalent


Curiosamente Damián P. veía las cosas de manera radicalmente distinta...

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