martes, 2 de marzo de 2010

DEL INFORME PISA A LOS VIKINGOS

Cuando Daniel Goleman publicó Inteligencia Emocional hace más de una década, se imaginaba que el concepto (y su libro) revolucionarían el sistema educativo. Este periodista de The New York Times vendió más de cinco millones de ejemplares de su obra, pero el mayor impacto no se produjo en el mundo de la educación, sino en el entorno empresarial. Con la publicación del último Informe PISA (Programme for International Student Assesment, Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos), en el que han participado 400.000 estudiantes de 30 países de la OCDE y 27 asociados, ha ocurrido algo diferente: ha despertado cierto interés (me temo que puntual) en los medios de comunicación y nulo debate en el mundo de la empresa, lo que resulta curioso (y triste). Al fin y a la postre, esos jóvenes de 15 años tan flojos en ciencias y que no comprenden lo que leen se incorporarán al mercado de trabajo dentro de unos siete años. Si no disponemos de talento, ¿qué será de nuestras compañías? No se me ocurren muchos asuntos de tanta importancia para la dirección empresarial, la productividad y la competitividad de nuestro país, como éste. ¿Qué nos indica el Informe PISA? Que España obtiene en lectura una puntuación de 461 frente a la media de la OCDE de 492, en matemáticas 480 puntos frente a 498 de la OCDE y en ciencias de 488, lo que nos sitúa en los puestos 32º, 35º y 31º, respectivamente. Algo inadmisible para la 8ª economía del mundo. Por si esto fuera poco, en comprensión lectora (un problema generalizado, admitámoslo) hemos bajado 20 puntos respecto al informe de 2003 y 32 puntos respecto a hace seis años. Dentro de la Unión Europea, sólo superamos en este capítulo a Rumania, Bulgaria y Grecia. Finlandia, la número 1 en ciencias, número 2 (tras Corea) en lectura y número 2 (tras Taiwán) en matemáticas, ha mejorado respecto a hace tres años. Las causas de que estemos “estancados en el suspenso”, como se ha dicho, son variadas. Sufrimos de un retraso histórico, como refleja el índice de estatus social, económico y cultural (ESEC): el 36% de los padres españoles no pasa de la enseñanza media, cuando en la OCDE es el 15%. Entre los hijos de familias con baja formación y aquellas con universitarios, la diferencia está en 85 puntos. Otros achacan la debacle al “efecto Logse”, con su propósito igualitarista. Por otro lado, los centros privados obtienen 38 puntos más que los públicos, las chicas (en comprensión lectora) 35 puntos más que los varones, los alumnos nacidos fuera de España 55 puntos menos que los nacidos aquí y La Rioja unos 50 puntos más que Andalucía. En Finlandia los profesores tienen un gran prestigio social (lo que se refleja, obviamente, en sus salarios), se apuesta por un modelo estable que concede importancia a los conocimientos y a su practicidad. Todos los profesores son licenciados en pedagogía y posteriormente se especializan en la materia que imparten. Hacen hincapié en los idiomas, ciencias, artes, música y manualidades, envían muchos deberes a casa, son estrictos con los buenos modales y cuidan a los rezagados. Apenas el 2% de los finlandeses estudia en centros privados (los impuestos se destinan efectivamente a sanidad, educación, justicia…). Sólo el 0’5% de los alumnos no termina la educación básica. En comprensión lectora, Finlandia obtiene 547 puntos; Suecia, 507; Dinamarca, 494; Islandia y Noruega, 484; España, 461. He leído estos días El manifiesto vikingo, de Steve Strid y Claes Andréasson, una visión escandinava sobre los negocios. Y me ha parecido altamente clarificador. Los pueblos escandinavos fomentan el trabajo en equipo, el orgullo de pertenencia, la igualdad de género (el 47% del parlamento sueco está compuesto por mujeres), el atrevimiento, la innovación, la solidaridad. “Trabaja duro, gana más de lo que gastas, no compres cosas que no puedes pagar, reinvierte, produce calidad, ten algo que decir y ayuda a que el mundo sea un poco mejor” son principios escandinavos. “En un mundo despiadado, a menudo no sale ganando nadie. En cuanto a los otros países, especialmente los Estados Unidos, ya pueden espabilar”, explican Strid y Andréasson. Esta apuesta por el trabajo en equipo (y, por tanto, por el liderazgo, puesto que no hay líder sin equipo ni equipo sin líder) es la que nos propone la catedrática de psicología de la educación María José Aguado, autora del libro Del acoso escolar a la cooperación en las aulas. Lo peor de toda estrategia (ya nos lo advirtió Michael Porter) es quedarse a medio camino, entre el individualismo anglosajón y el comunitarismo escandinavo (por ejemplo, el 35% de nuestros alumnos estudia en centros privados, porcentaje que superan sólo cuatro países de la OCDE). Como el liderazgo (en las aulas, en los centros, en las instituciones educativas) brilla por su ausencia, se echa a faltar un proyecto propio, ambicioso, realista, ilusionante. Desgraciadamente, respecto al Informe PISA hemos vivido un nuevo episodio de partidismo: balones fuera desde el gobierno, ataque frontal desde el principal partido de la oposición. La ministra Mercedes Cabrera ha declarado que “la mejora del sistema educativo no sólo depende de las administraciones educativas sino de la sociedad en su conjunto”. Estoy de acuerdo. La mejora del sistema educativo es, por encima de muchos otros condicionantes, una cuestión de Liderazgo: de los centros, principalmente. Ojalá sepamos reaccionar antes de que sea demasiado tarde.
Juan Carlos Cubeiro, director de Eurotalent

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