martes, 2 de marzo de 2010

CONCILIACIÓN, UNA CUESTIÓN DE EJEMPLO

En una investigación realizada en 2001 por David Maister (consultor de consultores), cuyas interesantes conclusiones se recogen en el libro Practice what you preach, se pone de manifiesto que el “comportamiento individual de los directivos” es lo que más valoran los empleados, por encima incluso de la compensación.
Muchos colegas me cuentan cómo sus jefes son los últimos que se van de la oficina, creando así malestar y cargos de conciencia injustificados en los colaboradores que temen marcharse a su hora y que su superior les vea. Lo peor de todo, es que en realidad este tipo de directivos no trabaja más tiempo, sino que se organiza peor (muchos prolongan sus comidas, llegan más tarde por las mañanas, no organizan reuniones eficaces o no son efectivos en sus conversaciones telefónicas haciéndolas interminables...). Es necesario que se interioricen las medidas en torno a la conciliación y equilibrio de vida, pero sobre todo es necesario empezar con la alta dirección. La mentalidad de muchos directivos llama poderosamente mi atención, parece ser que los que no son proclives a implementar políticas de conciliación y equilibrio de vida, son aquellos que creen que en el trabajo hay que sufrir y pasarlo mal, “dar el callo” como se suele decir. Y por una parte no me extraña nada, el mundo occidental está tremendamente afectado por la mentalidad protestante de que sólo los ricos irán al cielo y claro para ser rico, tienes que dedicarte a trabajar mucho. Así que tenemos que trabajar en lo que sea y a toda costa, para amasar dinero, por tanto no disfrutar de él, con lo que el trabajo se convierte en un medio para salvarnos. Puro Capitalismo. Es más, “trabajo” proviene del latín trepalium que era un instrumento de tortura y “negocio” es la negación del ocio. No sé si a lo mejor deberíamos de llamarlos de otra manera. Para más INRI, la intensidad competitiva del mercado aumenta cada vez más, lo que provoca que la mayor parte de las organizaciones se marquen metas poco realistas y que para su cumplimento se requiera trabajar mucho más de lo debido, así quienes desean ascender en la empresa tienen que demostrar que trabajan más que los demás, hasta convertir la adicción al trabajo en un valor corporativo. Lejos de este tipo de mentalidades, que no hacen más que contribuir a dar mal ejemplo, nos encontramos con otras empresas que empiezan a cambiar el “chip”, porque entienden los beneficios que este tipo de “mentalidades y ejemplos positivos” tienen para el negocio:
Quienes desean ascender en la empresa tienen que demostrar que trabajan más que los demás, hasta convertir la adicción al trabajo en un valor corporativo.
Conseguir una imagen de empresa socialmente responsable. Es lo que hoy se conoce como Responsabilidad Corporativa Interna, es decir que los propios profesionales reconozcan a sus empresas como socialmente responsables y esto, por su puesto tiene un impacto tremendo externamente, de cara a accionistas, clientes y la sociedad en general. Favorecer la identificación de los profesionales con la empresa. Este tipo de políticas hace que las personas se sientan afines y compartan los valores de la organización, hace que la estimen y que la prefieran ante otras posibles ofertas.
Estimular a los profesionales, es decir ayudar a que las personas se motiven, se muevan en pro de la empresa. Está claro que damos lo mejor de nosotros mismos, cuando nuestro entorno es equilibrado, sólo así liberamos todo nuestro potencial, todo nuestro talento. El tener una empresa que te permita equilibrar tu vida, te quita tensiones innecesarias. Es evidente que una persona que llega cansada a trabajar y con nerviosismo, no rinde igual que otra relajada.
Es una de las mejores estrategias para gestionar el compromiso de las personas. Ya se sabe que el compromiso es una energía, concretamente un conjunto de energía física, emocional, mental y espiritual. Este tipo de políticas nos ayuda a estar más descansados a todos los niveles.
Mayor productividad. Descenso del absentismo físico y emocional, menos estrés y más concentración. Las personas aprovechan mejor su tiempo, lo gestionan de otra manera y se hacen responsables del mismo. Está demostrado que las ondas cerebrales causadas por la serenidad y la calma son las que generan mejores ideas y como pedagoga puedo afirmar rotundamente que se aprende mejor en un ambiente de equilibrio y tranquilidad que rodeados de preocupación y distrés (estrés negativo).
Mejora el clima o ambiente de trabajo, esto se relaciona con la reducción de muchos conflictos porque hay menos ansiedad en las personas.
Y además, mejora en la atención al cliente (las personas mejoran su humor y estado de ánimo) y por tanto mejora en los resultados económicos. Los factores determinantes para que una empresa implante un programa de equilibrio de vida pueden ser por ejemplo, el porcentaje de mujeres empleadas y sobre todo el empeño que tenga la empresa en crear una plantilla comprometida. Ni que decir tiene que, para los profesionales, este tipo de políticas aportan multitud de beneficios. Además de los anteriormente citados, podríamos hablar de una mejora en la calidad de vida, mayor estabilidad emocional y ausencia de disonancia entre responsabilidades laborales y responsabilidades familiares, menos conflictos familiares, mayor realización personal. Por ende, conseguiríamos mayor implicación de todos, hombres y mujeres en los compromisos familiares, evolución de la mentalidad social hacia la igualdad, mayor presencia de las mujeres en las empresas, con un incremento en sus posibilidades de promoción… A lo mejor por todo esto no dan ejemplo los altos directivos, quién sabe.
Marta Romo, gerente de Eurotalent

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