martes, 2 de marzo de 2010

A VUELTAS CON LA PRODUCTIVIDAD

Recientemente, y como todos los años, la organización internacional “The Conference Board” ha publicado los índices, provisionales, de productividad para 2006, medida en términos de PIB por hora trabajada. A pesar de nuestras cifras elevadas de crecimiento económico, por tercer año consecutivo el crecimiento de la productividad en España ha vuelto a ser negativo, un -0,5% en 2006, que nos sitúa a la cola del ranking de los países de la Unión Europea y, lo que es más preocupante, por detrás de países con los que tenemos que competir más directamente. La productividad es uno de los azotes de nuestra economía que puede suponer un grave peligro para la misma, si nuestro crecimiento se modera en relación con el resto de los países de nuestro entorno económico. No hay que olvidar que, en la última década, nuestra economía ha crecido al ritmo de una media anual del 3,7 %, casi el doble que en el resto de la zona euro. La situación de nuestra productividad, y con ello de nuestra competitividad, no mejora y si la comparamos con el resto de los 27 países de la UE los resultados son aún más preocupantes, puesto que el aumento medio de la producción, por hora trabajada, en el conjunto de estos países, fue de 1,5 %. Desde un 3,7 % en Finlandia, el máximo entre los países de la antigua UE de los 15, hasta un 8,2 % en Letonia, el máximo entre los países de la ampliación de la UE. ¿Qué es lo que está ocurriendo? Hay diversas teorías para intentar explicar el problema, que van desde la falta de una inversión suficiente en I+D+i (en esto, desde luego, Finlandia es un modelo) hasta los famosos costes laborales elevados (en esto, como todos sabemos, los países del este, por el momento, son imbatibles). Sin embargo, aún siendo ciertas ambas cosas, no pueden ser definitivas para justificar, en sí mismas, toda la magnitud del problema. Hoy en día, salvo las excepciones de las tecnologías muy punteras y de última hora, la mayor parte de las tecnologías están al alcance de todo el mundo y esto hace que muchas fábricas españolas, filiales de grupos multinacionales, estén entre las más productivas como puede ser el caso de la fábrica de motores que la francesa Renault tiene en Valladolid. Este ejemplo también invalidaría, en cierto modo, la tesis de los elevados costes laborales, lo cual yo no voy a negar aquí, porque, efectivamente, nuestros costes laborales pueden ser altos si los comparamos con los de los países del este, pero no lo son si los comparamos con los de Alemania, Francia, Bélgica y Holanda, por citar algunos países, donde la productividad creció en el 2006 un 2%, 1,4%, 1,9% y 2,1%, respectivamente. Además, y por si esto fuera poco, trabajamos más horas que en casi todos los países de la zona euro, donde la media es de 39,3 horas semanales desde un mínimo en Francia de 37,6 horas a la semana, hasta un máximo en Alemania de 41,2 horas semanales, casi las mismas que en España donde trabajamos 40, pero con unos índices de productividad totalmente distintos. Es decir, que la realidad es que trabajamos más que en el resto de los países de la zona euro, pero rendimos menos y esto me parece un tema importante y a tener muy en cuenta a la hora de analizar las razones por las cuales el rendimiento por hora trabajada, en España, es muy inferior al resto de los países de la zona euro. Insisto, no seré yo quien niegue la importancia de la I+D+i, ni de los costes laborales, pero mucho me temo que al analizar el problema de la productividad en España hay que descender hasta el detalle, nada desdeñable, de por qué nuestro rendimiento es peor que en el resto de los países de la zona euro. Entonces, una de las cuestiones a estudiar, en profundidad, es la eficacia de nuestras organizaciones, de sus estructuras, de sus procesos, de la calidad de su talento (¡atención! el talento es el producto de la capacidad de las personas por su compromiso), de sus políticas y prácticas de Recursos Humanos para que el talento dé lo mejor de sí mismo y, en definitiva, de su calidad directiva para conseguir todo ello. Decía hace muchos años, W. Edwards Deming, que “sólo el 15 % de los problemas de productividad son debidos a problemas de los trabajadores, el 85 % restante es debido a problemas de management”. La calidad directiva influye poderosamente, como no podía ser de otra manera, en los niveles de productividad de una organización. En un estudio, a nivel mundial, publicado en el año 2001 por David Maister, se demostró que en las empresas de más éxito, medido a nivel de resultados y de la sostenibilidad de los mismos, existía un liderazgo fuerte y eficaz, las personas estaban satisfechas y comprometidas, las relaciones estaban orientadas al largo plazo, la compensación (algo más que la retribución) tenía en cuenta el rendimiento de las personas, los estándares de calidad eran elevados y se practicaba el “empowerment” y el desarrollo profesional de una manera sistemática. ¿Tendrá todo ello algo que ver con la dichosa productividad y en particular con nuestra productividad? ¿Estarán ahí las “otras razones”, de las que no se habla tanto, de nuestros problemas con la productividad? Vicente Blanco, director de Eurotalent

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