lunes, 1 de marzo de 2010

VOLAR EN LIBERTAD

Pararse a reflexionar en la vorágine diaria es siempre un ejercicio útil, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Todos aprendemos de los aciertos y con los errores, de los ciclos altos y de
los ciclos bajos, y cada vivencia debe convertirse en una experiencia enriquecedora que facilite emprender nuevos proyectos. No hay mayor fracaso que no ser capaz de convertir esas vivencias
en experiencias.


“Es la situación que en términos empresariales, en algún momento definí, como “trabajar para tu jefe en la compañía” en lugar de “trabajar para la compañía con tu jefe”
Quienes han tenido la suerte de formar o haber formado parte de un proyecto profesional que respeta a la persona y que la sitúa como eje central del mismo, han podido sentirse como si
pasearan en primavera por la montaña, por un paraje bello y atractivo, respirando aire fresco y puro, con un conjunto de compañeros y amigos, sintiéndose parte de un colectivo bien dirigido y guiados por un excelente guía que les conduce a través del camino.

En ese momento pudieron ser o fueron conscientes de la suerte que supone participar en ese proyecto y ser parte de ese colectivo, de estar en un entorno coordinado, cuidado, trabajado con mimo y con generosidad.

Pero, como decía Rainer Maria Rilke, “el que ha osado volar como los pájaros, una sola cosa más debe aprender: a caer”, y en ese bello paraje aparece a veces, por unas razones u otras, un nuevo colectivo o un nuevo guía con estilos y enfoques diferentes. No resulta difícil detectar, en un
primer vistazo, si la música suena de otro modo y si los acordes distorsionan con el entorno existente. Cuando ve que los que coordinan el grupo hablan alto, oyen pero escuchan poco, percibe que conocen peor la partitura, es como si tocaran de oído, la batuta que mejor conocen
es “la del palo y la zanahoria”, todo ello genera sonidos menos armoniosos, muy distintos a los anteriores.


“Como dijo Oliver Goldsmith: «nuestra mayor gloria no está en no haber caído nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos»”
Como el camino continúa y se hace camino al andar, intenta transitar por él con la mejor voluntad sin abandonar a la primera dificultad. Al cabo de un tiempo, se le convoca a caminar
por la cresta de la montaña argumentando que desde la altura y al otro lado, hay una vista atractiva de un valle frondoso y lleno de frutos, se le propone andar por el borde del precipicio, e
incluso en ocasiones, por “el filo de la navaja”.

Se pretende atraer a los miembros del equipo con propuestas diferentes, y éstos perciben rápidamente que la idea está más asociada con “primero usarlos y después abandonarlos”, se
conoce menos lo que es “la siembra” y se piensa más en “la recolección”. Es un entorno distinto al primero descrito, se buscan otros objetivos, otros intereses, se trabaja más para el que coordina y
menos para el entorno o para el colectivo de personas con las que se comparte el camino. Dicen los expertos que este modo de comportarse, a veces, se corresponde con perfiles inseguros, que se contrarían si se les rebate algo, e incluso a menudo, que buscan desde su miedo e inseguridad
más su interés personal que el del colectivo. Es la situación que en términos empresariales, en algún momento definí, como “trabajar para tu jefe en la compañía” en lugar de “trabajar para la compañía con tu jefe”. Mientras sigue caminando por el borde del precipicio para descubrir ese evocado valle, sin tan siquiera atisbarlo, viene alguien por detrás y le empuja con un golpe fuerte y seco…. Y cae, cae, y coge velocidad en la caída y le lanzan algún señuelo para que se enganche… Pero no le suena
bien, no le parece correcto. Su instinto le dice que lo rechace, le pide actuar en conciencia, que atienda a un ideal más noble, y opta por la libertad frente al bienestar…

De hecho y sin darse cuenta, en plena caída, en un momento determinado, empieza a mover los brazos y, sin saber cómo, comienza a planear; los mueve más rápido y siente que deja de caer…
¡Qué belleza!: se da cuenta que ha empezado a volar, y volar y volar…, y sube alto y baja, vuela alto y vuela bajo…. y se siente libre, y disfruta de la libertad.

Superando ese miedo que atenaza, soltó lastre durante la caída, con decisión, sin escuchar las advertencias que le hablaban de: términos cuantitativos, de David y Goliat, de lo que le pasará…
y se reafirma por la libertad y la claridad explicitando la realidad. Si tienes la oportunidad de experimentar esa sensación, disfrútala; es posible que en ese momento no seas todavía consciente del gran salto cualitativo que has tenido la oportunidad de dar. Entonces, la palabra
“caída” es sustituida por el término “cambio”.

Durante ese proceso de cambio, esos valores que están ahí, aprendidos en la familia durante la infancia y reforzados a lo largo de la carrera profesional, aquéllos valores que se defienden y en
los que se cree, son una excelente base de apoyo y una fuente de energía que se ve complementada con unas muy apreciadas y valiosas manos tendidas que aparecen en la caída (algunas esperadas, otras no, pero muchas más de las que se creía).

Es cierto que hay otras manos (las menos) que no aparecen, pero ésa es una opción personal que hay que aceptar, comprender y respetar. Como decía Antonio Machado “sólo un necio confunde valor y precio”.


“En medio de la dificultad, siempre se encuentra la oportunidad”
Quiere e intenta contribuir respetando a los demás y se da cuenta que ello, lo que verdaderamente supone, es respetarse a sí mismo, lo cual es y se convierte en vital durante el
proceso. “Fortalece tu espíritu para afrontar mejor las dificultades”. En medio de la dificultad, siempre se encuentra la oportunidad. Los orientales definen la amenaza y la oportunidad, con dos
aspas cruzadas (como una “X”), donde se puede pasar de una a la otra desde el centro donde ambas se cruzan.

Cualquier decisión es un camino entre multitud de ellos, qué suerte haber recorrido ese camino en el que se deja “de ser quien eras” y te transformas “en ser quien eres”, que facilita recuperar la alegría y el sentido de las otras etapas que se tienen que vivir. Gracias a esas manos tendidas que
aparecen, a esos apoyos familiares, personales, profesionales…., a todos ellos ¡¡¡Muchas Gracias!!!

Enhorabuena a esos evidentes ejemplos que acompañan a lo largo del proceso, que están presentes y especialmente a esos que quieren proactivamente testimoniar, enunciando sólo su
verdad, sin ningún interés más que el que la verdad esté presente y resplandezca. ¡Qué ejemplo, qué belleza! Ésas son las fuerzas, ésos son los pilares en los que hay que apoyarse, los ejemplos a seguir: la nitidez frente a la tibieza.

Como dijo Oliver Goldsmith “nuestra mayor gloria no está en no haber caído nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”. Probablemente ya vuelas, pero si no estás seguro y quieres, tú también sabes y puedes volar.

¡Disfrútalo!
Luis Carlos Collazos, consultor de RR.HH. Publicado en Cinco Días el 16 de abril de 2005

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