lunes, 1 de marzo de 2010

RETRATO DE UNA EMPRENDEDORA

Tras un año entero de eventos recordando el cuarto centenario de la publicación de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, nos ofrece Pedro Almodóvar, uno de los más ilustres artistas manchegos, su particular visión de El caballero de la triste figura en su última película, Volver. Sin duda, un homenaje a su tierra, a su madre y, por añadidura, al universo cervantino sobre el que reposa la esencia de lo español.
Almodóvar nos cuenta, en la 17ª película de su filmografía, la historia de una mujer atractiva y luchadora, Raimunda (Penélope Cruz), con un marido en paro y una hija adolescente (Yohana Cobo), que guarda un triste secreto desde su juventud. Su hermana Sole (Lola Dueñas) tiene en casa una peluquería clandestina. Los padres de ambas fallecieron hace años víctimas de uno de tantos incendios que asolan cada verano esa zona. La tía Paula (Chus Lampreave) ha cuidado a Raimunda desde pequeña. Un cierto día, una vecina, la Agustina (Blanca Portillo) avisa a Raimunda que su tía ha fallecido. En el pueblo se comenta que, desde el famoso incendio, el fantasma de Irene (Carmen Maura), la madre de Raimunda y Sole, ha estado viviendo con la tía Paula y ayudándola en las tareas de casa.
El genial cineasta manchego muy probablemente tenga razón: El Quijote del siglo XXI sería una mujer. Saldría de La Mancha para perseguir un ideal, que no es otro que entender (y asumir) la relación con sus padres, especialmente dura en sus circunstancias. En el trayecto, los molinos (hoy de parque eólico, estilizados, sutiles, movidos por los intereses del capital). Raimunda es fuerte de carácter y frágil en sus sentimientos. Desface entuertos (el sufrido por su hija, la enfermedad de la Agustina…) y aprovecha sus oportunidades en la humilde Vallecas. El viejo coche rojo matrícula de Toledo con el que viaja de Madrid a su tierra es su Rocinante. Y, por supuesto, cuenta con su propio Sancho Panza, una mujer cubana llamada Regina (María Isabel Díaz) que se convierte en su cómplice a cambio de poder abrir el bar de Raimunda por las noches y obtener las ganancias: tal es la ínsula barataria de esta caribeña sin papeles obligada a hacer de todo para ganarse la vida.
Almodóvar demuestra su capacidad para extraer el talento de Penélope Cruz mejor que en ninguna de las cintas de su “etapa americana” (Pe nos ofrece el mejor recital de su carrera), descubre la enorme capacidad de Blanca Portillo (según él, mezcla de María Casares y las hermanas Gutiérrez Caba), la autenticidad de Lola Dueñas y aprovecha la precisión de Carmen Maura, reencontrada tras 18 años de ausencia.
Volver es una reflexión sobre la muerte en la tierra manchega, que cuida con esmero sus lápidas y sabe de la convivencia entre vivos y fallecidos. El pueblo de la Agustina y Raimunda, Aljanfor de las Infantas, es destacado por la locura de sus lugareños (¿acaso no es locura lo que se achaca al famoso hidalgo?), producto del viento solano (el aire que genera la locura, tan citado en El Quijote). Sólo quien ha vivido bien (la esencia del humanismo) merece una buena muerte. Lo destacaban en el Renacimiento Tomás Moro, Luis Vives, Erasmo de Rótterdam, su discípulo López de Hoyos y el de éste, Miguel de Cervantes, que lo explica como nadie en El Ingenioso Hidalgo. Lo asume ahora Pedro Almodóvar, para quien hacer cine es sentir una pasión. Volver no es una película de fantasmas al uso, como El sexto sentido o Los otros, ni entronca del todo con el realismo mágico latinoamericano de Juan Rulfo o García Márquez. Es, entre patios manchegos, vecinas y postres caseros, un admirable retrato de la cultura de su tierra, del emprendizaje y del
quijotismo que, en el fondo, nos es tan familiar . Juan Carlos Cubeiro, director de Eurotalent

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