lunes, 1 de marzo de 2010

RETRATO DE FAMILIA

El mundo en el que vivimos, visto por los niños. Esta fue la idea que puso en marcha este reportaje, que refleja la difícil conciliación de familia y trabajo desde el punto de vista de los hijos. El Magazine planteó una encuesta a niños de 10, 11 y 12 años para conocer sus opiniones y sus comentarios sobre sus padres y su relación con ellos. La conclusión es que los niños querrían estar más tiempo y disfrutar más con sus padres, a los que ven preocupados permanentemente por el dinero y las exigencias laborales.
Una mañana, antes de las 7.30 h, el conserje se encontró paradito en la puerta del cole a un pequeñín de tres años, con una nota que decía: “Le he tenido que dejar. Perdía el puente aéreo”. “Pero para dejarle en la puerta, antes tuvo que trepar el muro y la verja, con el niño encima, ponle unos tres metros”, cuenta un maestro con más de veinte años de docencia. La anécdota llama a la reflexión: “¡Qué presión en el trabajo!”, “¿qué le hubiera pasado si pierde el avión?”, “¡qué pocos recursos!, ¿no tendría un vecino, un familiar, otro padre, una cuidadora, por si acaso?”… Y pone el dedo en la llaga: “¿Quién educa hoy a los niños?”. Los niños perciben que tienen padres agobiados, que hablan continuamente de trabajo, que se preocupan demasiado por ellos y también por el dinero, que van corriendo a todas partes, que discuten y que les regañan. Los niños quieren que sus padres estén más tiempo con ellos. No conocen las soluciones, aunque apuntan algunas: que se relajen, que disfruten más, que no sufran, que cuando se pelean no se ofendan…, y así hasta las voces que, ya a los 10 años, piden que “les dejen en paz”, pasando por propuestas como que se vayan al campo a escuchar los sonidos de la naturaleza; también a la discoteca y a la bolera, o que aprecien lo que cuesta aprobar todas las asignaturas. Cansados y estresados. Así ven los niños a sus padres, sobre todo a sus madres. Nacidos en una sociedad cuyo estilo de vida está dictado por el consumo, los niños parecen aceptar que sus padres trabajen más para que ganen más y compren más cosas, aunque estén menos tiempo con ellos. Se diría que no les echan de menos. De sus respuestas, asoma implícitamente un “esto es así”, pero en realidad sí quieren estar más tiempo con sus padres, especialmente con su padre, un bien escaso en la actual economía afectiva familiar. Muchos niños afirman sentirse tristes cuando están solos en casa, aunque casi todos saben que sus padres querrían estar más tiempo con ellos si pudieran. Es más, muchos creen que, si no fuera por el dinero y porque se lo piden en su trabajo, los mayores trabajarían menos…, porque a los niños de 10, 11 y 12 años lo que les gusta es estar con sus padres, sobre todo de vacaciones, mejor si es con abuelos, primos, tíos… Y, por cierto, todos querrían que sus padres tuvieran más vacaciones. Pero lo entienden. Al menos con la razón, entienden que sus padres tienen que trabajar más. También creen, aunque no todos, que sus trabajos les gustan, pero curiosamente, más a las madres que a los padres. Aun así, para la mayor parte de los niños los adultos trabajan demasiado por la exigencia del entorno laboral y por dinero. Tan sólo un niño de los 189 que cumplimentaron la encuesta cuestiona abiertamente la carrera del “ganar más”. El pequeño se llama Andrés y aconseja a sus padres ahorrar. Entre el consejo de Andrés y el “que curren más para comprar más”, hay una franja amplia de niños que proponen la posibilidad de que sus padres trabajen menos para estar más tiempo juntos, aunque ganen menos y compren menos. El “que trabaje mi abuela”, a pesar de la campaña de la ONCE, no aparece. La imaginación desatada de Perico aporta otra solución mágica: “Que el gobierno regalase el dinero, que hubiese robots para hacer las tareas de casa y los trabajos, y que pudiésemos hacer cosas más divertidas. Y que no hubiese colegio”.
Niños felices y niños tristes

Divertida, feliz, amena, bonita, demasiado buena… así definen muchísimos niños su vida en casa. Sus testimonios rezuman alegría, agradecimiento y, seguramente, “deseabilidad” (responder lo que se supone que queremos oír o es correcto). Aun así, aportan las claves de lo que para ellos es una familia feliz. “La mía es genial. Todo el rato están hablando conmigo y ayudándome a hacer los deberes”, explica Sara. “Muy feliz. Se comparten los trabajos, se ayudan. Mi madre me levanta y mi padre me acuesta, pero los dos están siempre conmigo”, dice Mónica. “Divertida. Me río mucho con mi madre. Jugamos”, comenta Juan Carlos, un niño sin padre. Los niños adoran estar con sus progenitores, hacer cosas juntos, ir a sitios nuevos, sentirse reconocidos. El cariño, la unión, el compartir, la alegría, el juego, la confianza son los denominadores comunes de estas infancias, los retazos que conformarán su memoria afectiva positiva. Pero no es igual para todos. Marcos vive la situación opuesta: “Mi vida en casa es desoladora. Mi madre nunca está”. Parecida angustia refleja Verónica, quien confiesa sentirse muy mal. En su búsqueda de soluciones cree que con un padre estaría mejor: “Si no me ayuda mi madre, me podría ayudar mi padre”. Entre un niño feliz y un niño triste cambian un montón de circunstancias y comportamientos que les roban la alegría y la ilusión. Muchos, en su día a día, se deslizan por el aburrimiento, la soledad, la tristeza e incluso la ira. De horarios laborales interminables, estrés, divorcio mal llevado, padres absortos o ausentes y educación de “tarjeta roja” habla Ana, que, con sólo 10 años, explica: “Mi madre, por un lado; mi padre, por otro, y yo, por otro distinto”. También César, aburrido porque siempre “están trabajando”. Daniela, en cuyo hogar se pasan “la mayor parte del tiempo enfadados, sin hablar”. O Jesús, muy solo y gráfico en su descripción: “Llego a casa y no hay nadie. Al poco, llegan mi padre o mi madre. Mi padre se pasa la tarde en su despacho. Mi madre se echa la siesta y luego se pone a hacer cosas hasta tarde”. Lo que los niños llevan no mal sino fatal son las discusiones constantes. Aborrecen las broncas, las peleas, los enfrentamientos. De hecho, abruma la cantidad de niños que piden a sus padres que no se peleen y que no les regañen tanto. Y asombran por su claridad los consejos que les da Bruno: “Querría que no discutiesen y que mi padre estuviese más tiempo en casa y hablara más con mi madre”. O Mauro: “Que antes de enfadarse piensen lo que están haciendo”. Laura pide, directamente, que “se quieran más”. Y Violeta, quien a su edad habla como una experta en resolución de conflictos, dice que “si hago algo mal, me expliquen con claridad cómo lo puedo hacer mejor”. Junto a niños que no cambiarían ni un ápice sus vidas familiares, aparecen demasiados que reclaman simplemente más tiempo, “estar juntos”, y sobre todo que el padre juegue con ellos. Carlos hasta lo tiene cuantificado: “Unas tres horas”. Patricia va un poco más allá. Le pide que esté más tiempo en casa para que su madre pueda descansar un poco. Lo mismo le sucede a Sara: “Con mi madre estoy bien, pero algunas veces está muy cansada. A mi padre casi no le veo. Trabaja todo el día”. De sus palabras, una y otra vez, se desprende el esfuerzo de las madres y las jornadas interminables de los padres. María, como es lógico, lo que quiere es que su padre la vea jugar en sus clases de tenis, baloncesto y patinaje. Sin embargo, no todos echan de menos comunicación y contacto. También los hay, como Javier, que reclama a sus padres “más libertad y más lujo”, o Pablo, que quiere “más ordenador, más
Muchos niños creen que si no fuera por el dinero y porque se lo piden en su trabajo, los mayores trabajarían menos.PlayStation y más televisión”, o Victoria, a quien le gustaría que la dejaran “hacer más cosas, ir sola a los sitios o ver la tele por la noche”.
La familia y los hijos

Casi sin excepción, niños y niñas dicen sí a la familia y a los hijos. “Porque es bonito querer a una persona, que ella te quiera y tener hijos con él. Compartir tu vida”, afirma Alicia, en representación de una abrumadora mayoría. Hasta los 14 años, la familia es la principal fuente de seguridad, amor, alegría y transmisión de valores… o todo lo contrario. Con 10, 11 y 12 años, aún no pueden comparar, distanciarse de sus biografías o poner en solfa su educación. El sí de las niñas se apoya con coletillas como “bonito”, “lo más grande”, “la flor de la vida”, “precioso tener hijos y educarles”, “seguir los pasos de mi familia”. Los chicos además incluyen la responsabilidad. Antonio da un sí rotundo a formar una familia, con un razonamiento de los de antes: “Todo el mundo tiene que hacerlo y aceptar sus responsabilidades”. Alejandro, en cambio, ya hace propia su decisión porque “me gusta sentirme responsable”. Curiosamente, la palabra responsabilidad no la enuncia ni una sola niña, ¿será que está interiorizada? El miedo a la soledad ataca por igual a niños y niñas; también el aburrimiento y la inseguridad económica. A Covadonga ya le preocupa quién la va a cuidar en su vejez. La familia es su respuesta: “Quiero tener hijos y marido, si no, cuando esté a punto de morir, ¿quién me va a cuidar?”. Ruth, Minerva y muchas otras lo exponen sin ambages: “De mayor yo no quiero vivir sola”. A Pablo le parece que “si no tienes familia, es muy aburrido”. Pero Jorge afina en la respuesta: “Sí, porque así no estoy solo. Necesito a alguien que me quiera”. A niños y niñas, la familia les parece lo más bonito y una fuente de felicidad, pero, según afirman, sus padres no tienen más hijos no porque a ellos no les gustara, sino por ser origen de todo lo contrario: infelicidad. La contradicción está servida. La falta de tiempo, dinero y paciencia son las causas por las que, a su entender, no tienen más hermanos. A David sí le gustaría. Lo ha pensado muchas veces, pero cree que no es posible porque tendrían que mudarse de casa. Andrea lo ve de otra manera: “Si ya están cansados con dos, imagínate con tres”. De los pequeños encuestados, cinco –tres niños y dos niñas– dicen un no rotundo a la familia y a los hijos. Sus razonamientos hablan de otras realidades sociales. Raquel ya se inclina por una intensa vida profesional: “No tendría tiempo”. El no de Paul, en cambio, es emocional. Con 12 años, tiene decidido que no le gusta estar atado a nadie. A Marina, el modelo de sus tías le ha abierto los ojos: “Quiero viajar mucho, y con niños se puede menos. Quiero ser soltera”. A Adrián, el modelo a la antigua usanza no le convence: “No, porque tendría que mantener a mi mujer y a mis hijos”. Alejandro también parece de la vieja escuela. Dice no, “porque no”.
Preocupación y agradecimiento

“Con mi madre estoy bien, pero algunas veces está muy cansada. A mi padre casi no le veo, trabaja todo el día”, resume Sara su situación familiar
Los niños del siglo XXI entienden que la vida de hoy exige un gran esfuerzo a sus madres y padres para vivir como viven, sólo que, a poco que se les pregunta, saltan las contradicciones, no de ellos, sino del mundo adulto en el que les ha tocado crecer. Sus respuestas no culpan a nadie. Todo lo contrario, brilla su mejor naturaleza. Jorge le pide a su padre “que no esté tanto con el ordenador”, y a su madre, “que se apunte a tai chi”. Alfonso: “Que disfruten lo que tienen”. Alicia aprieta un poco más la tuerca: “Que no se preocupen por tantas cosas innecesarias”. Daniel: “Que salgan un poco más con los amigos, porque casi nunca disfrutan, y que trabajen menos conmigo”. David, lo que ya han repetido por activa y por pasiva: “Que no trabajen tanto y que nos lleven a sitios a los que a ellos les guste ir”. Carlos va al grano: “Que todo tiene una solución”. “Que no se preocupen tanto por mí”, “que no se preocupen tanto por el dinero y por el trabajo”, “que disfruten” y “que se relajen” (en distintas versiones) son las frases, con diferencia, más pronunciadas. Frases que respiran preocupación, agradecimiento y cariño… hasta la elocuencia, como las de Laura: “Ahorraría, les daría el dinero para que se fueran de viaje”; Esther: “Que estoy muy satisfecha de que trabajen por mí y por mi hermano”, o las de Adrián y Diana, casi iguales: “Que los quiero y besos”; “les daría besos y les diría que les quiero”.
Casi doscientas respuestas de niños entre 10 y 12 años

El Magazine pidió a niñas y niños de 10, 11 y 12 años de dos colegios de Madrid y uno de Barcelona que respondieran a un cuestionario con objeto de saber cómo viven la actividad profesional de sus padres y cómo resulta la conciliación de su vida familiar y laboral, en la actualidad materia de debate y preocupación social. Los alumnos pertenecían a las clases de 5.º y 6.º de primaria del colegio público Los Jarales, de Las Rozas, y Sagrado Corazón, religioso concertado, de Madrid. También participaron los niños de 4.º de primaria del colegio público Pompeu Fabra, de Vilanova i la Geltrú (Barcelona). Los resultados finales se refieren a 189 escolares (98 niños y 91 niñas). La elaboración y el proceso de datos se hicieron en colaboración con la empresa Comunicación de Valor Añadido (CVA). LA MADRE EN CASA El 95% de los niños considera que su madre tiene ganas de estar con él El 66% de las madres está en casa cuando sus hijos vuelven del cole El 64% de los niños querría estar más tiempo con su madre El 58% de las madres se ocupa de ellos El 40% hace cosas de la casa El 5% dice que no le hace caso, piensa en el trabajo El 2% sigue trabajando en el ordenador EL TRABAJO DE LA MADRE Al 61% le gustaría que su madre tuviera más vacaciones El 37% cree que su madre trabaja demasiado porque necesitan el dinero para tener más cosas El 35% cree que su madre trabaja mucho porque se lo piden en el trabajo El 20% cree que trabaja mucho porque le gusta EL PADRE EN CASA El 88% de los niños cree que su padre tiene ganas de estar con ellos El 79% de los niños querría estar más tiempo con su padre El 55% de los padres se ocupa de ellos El 30% de los padres está en casa cuando vuelven del cole El 25% hace cosas de la casa El 21% sigue trabajando en el ordenador El 12% dice que no le hace caso, piensa en el trabajo EL TRABAJO DEL PADRE El 69% le gustaría que su padre tuviera más vacaciones El 38% cree que su padre trabaja demasiado porque necesitan el dinero para tener más cosas El 36% cree que trabaja mucho porque se lo piden en el trabajo El 19% cree que trabaja mucho porque le gusta EL TRABAJO DE LOS DOS El 68% le gustaría trabajar como sus padres. Un 16%, menos. Otro 16%, más El 66% cree que a sus padres les preocupa no pasar tiempo con ellos Al 63% de los niños-as no le parece bien que sus padres trabajen tanto El 60% preferiría que sus padres ganaran más aunque estén menos tiempo con ellos El 59% cree que el salario de sus padres es suficiente. Un 36%, alto El 55%, si fuera posible, preferiría que su madre dejara de trabajar. El 45%, el padre El 40% preferiría que ganaran menos y estuvieran más tiempo con ellos LO QUE LOS NIÑOS SIENTEN El 71% no se considera mimado El 37% siente tristeza cuando llega a casa y no están sus padres El 35% echa en falta estar con su padre El 25% de los niños echa en falta estar con su madre
España, a la cola de la conciliación entre familia y trabajo

Lo que los hijos llevan fatal son las discusiones constantes. Abruma la cantidad de niños que piden a sus padres que no se peleen y que no les regañen tanto.
“En los primeros días de curso llegó un chiquitín de tres años, hijo de padres universitarios, que no hablaba ni entendía apenas. Al principio, pensamos que tendría algún déficit evolutivo. Luego, descubrimos que el niño hablaba tagalo. Pero ¡fenomenalmente bien! Con tres años, no había recibido suficiente estímulo de sus padres. Era el idioma de su cuidadora filipina”, cuenta un maestro con más de 20 años de docencia. Una anécdota que, inevitablemente, llama a la reflexión. Los expertos coinciden. España en conciliación suspende con peor nota que la de nuestros jóvenes en el informe Pisa (el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes promovido por la OCDE cuyo objetivo es indagar sobre el grado de formación de los alumnos de 15 años en lectura, matemáticas y ciencias). Horarios irracionales y prácticas laborales viciadas obligan a emprender cada mañana una carrera contra reloj por llegar a todas partes, con la sensación de no llegar a ninguna. Ansiedad, insomnio, estrés, depresión han comenzado a dispararse, afectando sobre todo a las mujeres. Pero a los niños también les toca. Sus hábitos cada día son peores, desde los alimentarios a los del sueño (demasiada televisión y nuevas tecnologías), pasando por sus notas; tenemos un índice de fracaso escolar superior al 25%. “A veces da la impresión de que la gente no se formula una pregunta básica: ¿por qué tenemos hijos?”, señala Jaume Funes, psicólogo y adjunto al Defensor del Menor en Cataluña. “Los niños lo único que nos piden es que los queramos y se lo demostremos”, afirma. Nuestros jóvenes parece que beben más y consumen más drogas que los de nuestro entorno europeo, y las chicas se quedan embarazadas muy jóvenes y sin desearlo. ¿Qué hacer? Los especialistas no lo dudan. Hay que andar el camino de la conciliación, pero el mundo económico no lo entiende. No cree que el equilibrio revierta en beneficios económicos y sociales, por más que expertos en organización empresarial, como Álex Rovira y Juan Carlos Cubeiro, se desgañiten explicando a directivos y profesionales que en el siglo XXI, en la globalización, lo que vale es la inteligencia emocional, la capacidad de cada persona por el compromiso con que desempeña sus tareas. Y no las horas de permanencia en la silla. Pero vivimos “el paradigma de la imbecilidad”, que diría Rovira. “Por incómodo que resulte decirlo, muchos hombres no llegan a sus casas antes para no colaborar en la crianza de sus hijos. Si tu jefe es así, la patología está servida: ¿quién se levanta y se va?” Mientras tanto, los niños nos dicen lo que necesitan: tiempo y cariño, todo envuelto en sentido común. O, como diría Amparo Moreno, titular de Psicología Evolutiva en la Universidad Autónoma de Madrid: “Más límites y menos protección. Nunca los padres se han preocupado tanto por sus hijos. Pero estamos metidos de ‘hoz y coz’ en este modelo de consumo. Lo que yo veo son padres muy cansados”. Ante esta situación, Fátima Parra de Dios, psicopedagoga, propone incluir la educación emocional en el colegio y promover las escuelas de padres. Antonio Malagón y Gonzalo Jiménez, maestros con más de 25 años de experiencia, creen que la escuela ha de ser un lugar de cultura, no un aparcaniños. También la imparable incorporación de la mujer al mundo laboral ha modificado los hábitos, porque “mientras la mujer ha salido de casa, resulta que el hombre aún no ha entrado”, resume Silvia Morón, profesora de Psicología de la Universidad Ramon Llull. “En los países nórdicos, las empresas apagan las luces a las seis. El que no ha finalizado, o es un mal trabajador o tiene un mal jefe”, cuentan Marisa Cruzado y Asunción Velasco, patrocinadoras del premio a la Empresa Flexible, porque, como recuerda Pedro Núñez Morgades, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid: “Para educar a un niño hace falta toda la tribu”.
Las cifras que marcan la diferencia

• España es el segundo país del mundo por horas de trabajo, 1.806 horas al año, después de Estados Unidos.
• España y Lituania lideran en Europa la peor conciliación entre vida personal y vida laboral, lo que en 2004 obligó a 114.000 personas a abandonar su empleo; 105.500 eran mujeres.
• El 61 por ciento de los convenios colectivos sectoriales y el 89 por ciento de los empresariales incumplen los mínimos legales de conciliación.
• El 80 por ciento de las mujeres asume el trabajo no remunerado. El 40 por ciento de las empresas cree que esas obligaciones familiares limitan su rendimiento. También cree que la aplicación de medidas de conciliación frena su competitividad.
• El 42,6 por ciento de las mujeres abandona el trabajo con el nacimiento de un hijo, frente al 2,3 por ciento de los hombres.
• Tres horas y diez minutos al día dedican las mujeres trabajadoras a tareas domésticas; una hora y media, los hombres.
• Las mujeres dedican 1h 57’ al día al cuidado de sus mayores; los hombres, 58’.
• El 1,5 por ciento de los hombres ha hecho uso del permiso por paternidad.
• El 3 por ciento de los hombres trabaja a tiempo parcial, frente al 18 por ciento de las mujeres.
• El 21 por ciento del absentismo, el 12 por ciento de los retrasos, el 19 por ciento de los problemas de estrés y rotación, y el 15 por ciento de la falta de compromiso son por falta de conciliación.
• El 84 por ciento de los ejecutivos estaría dispuesto a renunciar al 25 por ciento de su salario para ganar flexibilidad laboral. • La diferencia salarial fuera de convenio entre hombres y mujeres está entre el 15 y el 20 por ciento.
Cómo se hizo

Un total de 189 alumnos (98 niños y 91 niñas) rellenaron un cuestionario de 50 preguntas, de las que 45 se referían a aspectos cuantificables de sus vidas en relación directa con el trabajo de sus padres. Las otras cinco preguntas se referían a la vida cotidiana de los niños y a cómo les gustaría que fuera. La encuesta también solicitaba que los niños aconsejaran a sus padres y comentaran si querían tener más hermanos. En el reportaje se identifica con su nombre de pila a los autores de los diversos comentarios que aparecen entre comillas, excepto en los casos en que esos comentarios pudieran afectar negativamente a sus relaciones familiares. En ese caso se han usado nombres supuestos. El Magazine quiere agradecer la colaboración de los alumnos y los profesores de los colegios Sagrado Corazón de Madrid y Los Jarales, de Las Rozas (Madrid), así como del colegio público de educación infantil y primaria Pompeu Fabra, de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), cuyos alumnos de 4.º de primaria son los autores de los dibujos que ilustran este reportaje. La empresa Comunicación de Valor Añadido (CVA) colaboró en el proceso de los datos. El reportaje ha contado con la colaboración de los siguientes expertos en psicología, pedagogía, educación, sociología, economía y empresa: Pedro Núñez Morgades, Defensor del Menor de Madrid; Jaume Funes, psicólogo y adjunto para la Defensa de los Derechos de la Infancia en el Defensor del Menor de Cataluña; Amparo Moreno, profesora titular del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid; Silvia Morón, licenciada en Ciencias de la Educación y profesora de la facultad de Psicología Blanquerna de la Universidad Ramon Llull; Jordi Busquet, sociólogo y profesor de la facultad de Ciencias de la Comunicación Blanquerna de la Universidad Ramon Llull; Fátima Parra de Dios, psicopedagoga y directora del Centro de Bienestar Emocional (Cebiem); Gonzalo Jiménez, 28 años de maestro y director del colegio público infantil Los Jarales de Las Rozas (Madrid); Antonio Malagón, maestro desde hace 26 años de la Escuela Libre Micael y pedagogo; Álex Rovira, autor de “La brújula interior”, profesor de Esade y consultor; Juan Carlos Cubeiro, autor de “El triunfo del humanismo en la empresa” y director de la consultora Eurotalent; Asunción Velasco y Marisa Cruzado, socias directoras de Comunicación de Valor Añadido (CVA), empresa patrocinadora de los premios Empresa Flexible.
Lola Salado, responsable de prensa de eurotalent Publicado en Magazine - La Vanguardia, el 11 de septiembre de 2005

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